Cuarto

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Al día siguiente Gloria amaneció peor. En efectivo, Carlos le marcó al médico para que fuera, cuanto antes hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Gloria no tuvo más desmayos – por lo menos –, pero se iba visiblemente a la muerte, ya destinada a pasar mucho tiempo en cama gracias a su debilidad.

Todo el día el dormitorio de Gloria estaba con las luces encendidas y en pleno y absoluto silencio. Carlos se pasaba sin cesar de un extremo a otro, con una incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y no tardaba mucho en proseguir su mudo vaivén a lo largo de la cama, deteniéndose un instante en cada extremo de la cama para mirar detenidamente a su mujer, y luego regresar de vuelta al trabajo.

Era de esperarse que descuidara el trabajo, desde el momento en el que Gloria ya no pudo moverse, ni poner un pie en el suelo, fuera de la cama, él dejó de asistir diariamente a la oficina, y no hacía más que velar por su salud y reza constantemente con la esperanza de que pronto su mujer se curara, ya sea por los médicos o por algún milagro.

El Almohadón De PlumasWhere stories live. Discover now