59 Libro de Mila

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Había estado en la misma posición por más de dos horas por lo que mis piernas estaban adormecidas y si me iba a poner en pie era muy factible que me cayera de bruces. Estaba tratando de no llorar, algo muy fácil para mí porque cuando pequeña no me gustaba que mis hermanas me vieran llorar y siempre tenía que guardarme las lágrimas, pero ahora estaba sola por lo que tratar de no llorar ya no era tan fácil.

Miré hacia arriba, estaba oscuro, pero mi vista ya se había acostumbrado así que perfectamente podía ver el sofá frente a mí, la bola de cristal en el techo y la entrada a las escaleras. Me fijé en las pantallas de seguridad que Yunho tenía allí abajo y me puse nerviosa al ver a los chicos llegar a la casa.

Ojalá no me encontraran, si veía a Yunho en ese estado era muy posible que mis ganas de irme se desvanecieran y yo no quería eso. Estaba más convencida que nunca que lo mejor que podíamos hacer era volver a nuestro país como yo debía de haber hecho antes. El amor confunde demasiado y por eso es que no había visto los peligros de vivir con cinco chicos guapos, además de muy famosos y demasiado tiernos (Jae no cabía en esa categoría, eso era seguro). Escondí mi cara nuevamente entre mis brazos porque, aunque sentía la necesidad de estirar las piernas no iba a hacerlo, la posición, de alguna manera, me hacía sentir protegida, como si nada malo pudiera pasarme e invisible.

—¿Mila?

Levanté la vista sintiendo que mi corazón se iba a salir del susto porque no esperaba a nadie a esa hora y menos en esa oscuridad. Vi avanzar a Yoochun con las manos hacia el frente tratando de caminar entre lo oscuro. Pero antes de que pudiera siquiera llegar al interruptor yo me levanté y lo abracé muy fuerte.

—¿Eh? ¿Me perdí de algo? —Preguntó devolviéndome el abrazo no muy convencido.

—Yoochun —susurré hundiendo mi cabeza en su cuello. —Yoochun, yo no quiero irme...

Me había puesto a llorar de nuevo al sentirlo tan cerca, sus brazos eran muy diferentes a los de Yunho, pero no menos reconfortantes y eso me hizo sentir muy rara. Hubiera preferido abrazar a Yunho en ese momento, pero al sentir a Yoochun tampoco podía decir que me desagradara... al contrario, me gustaba cada vez más.

—Qué pasa... —susurró sin dejar de abrazarme.

—No quiero irme —repetí sin apartarme de él ni un poco.

—¿Irte? ¿A dónde?

—A casa.

—Estás en la casa.

—A mí casa... Yoochun. A Chile.

Chunnie se separó de mí y me quedó mirando a los ojos con rostro preocupado. Yo tragué saliva sin dejar de llorar y me pasé la mano por la cara para secármela, aunque luego estuviera mojada de nuevo.

—No te entiendo —Dijo negando. —¿Cómo a Chile?

—A mi casa —Le repetí. —A mi país...

—¿Pero hablaste de esto con Yunho?

—No, todavía no he podido decírselo.

—Pues deberías.

—¡Es que no sé cómo hacerlo! —Exclamé sintiéndome muy triste. —No sé si sea capaz...

—Tú tienes un contrato.

—Yoochun, —le dije poniéndome seria de pronto. —Hace rato que me di cuenta de que ese tal contrato no existe...

—¿Qué dices...?

—Ustedes hablan muy bien el inglés... yo no sé por qué estoy aquí todavía...

—Pero... —Yoochun se sonrojó lo que me dio a entender que estaba admitiendo lo que yo le había dicho. —¿Yunho te lo dijo?

Cuatro amores [Libro 1]Where stories live. Discover now