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No conseguí dejar de temblar ni siquiera cuando llegamos a la torre y Will cerró la puerta tras nosotros. De hecho, tardé unos segundos en darme cuenta de que seguía llorando, no podía pensar con coherencia siquiera.

Will trató de soltarme, pero yo me había abrazado a su cuello y no hice intento de separarme. Así que decidió hacer lo que él hacía siempre cuando tenía un ataque de pánico, aunque no lo comprendí hasta después, cuando sentí el agua helada empaparme.

Me quejé un poco, pero me sentí algo mejor, mientras él regulaba la temperatura para que saliese templada. Me movió para que apoyase los pies en el suelo y yo no pude evitar un puchero. Me quitó entonces los restos de la blusa y yo me aparté un poco con un gemido lastimero, aunque no pude ir muy lejos porque me choqué contra la pared.

—No —le pedí en un susurro.

—Solo voy a comprobar que estás bien, Aysha, no te haré nada —prometió.

Y me fiaba de él. Sus ojos azules brillaban muchísimo más que las bombillas de la habitación. A fin de cuentas, me había salvado la vida, no tendría sentido que ahora tratase de hacerme daño.

Dejé que acabase de sacarme la blusa y que pasase los dedos por mis brazos y mi estómago. Luego me ayudó a darme la vuelta y me acarició la espalda también y me masajeó un poco los músculos tensos. Yo lloré un buen rato mientras él me calmaba.

—Ya estás a salvo —susurró a mi oído—. No dejaré que te pase nada jamás, Aysha, no temas. Estoy aquí.

—Has salido —murmuré, girándome de nuevo hacia él.

Me sujetó la barbilla con suavidad y pensé que iba a besarme. Sin embargo, observó mi mejilla y me la acarició con un par de dedos. Me dolió un poco, pero no demasiado.

—Te saldrá un moratón.

—A ti también.

Pasé mis propios dedos por su pómulo que ya estaba amoratándose y por su mandíbula que parecía algo hinchada.

—Lo soportaré, la verdad es que sienta bien —bromeó, con una sonrisa.

Fue mi turno de acariciar su pecho para comprobar que estaba bien y cuando pasé los dedos por su costado me di cuenta de que tenía un arañazo bastante largo. No era profundo, pero le llegaba desde el pectoral hasta la cintura.

—Estás herido. —Le miré horrorizada. Debía haber sido en el forcejeó con el de la navaja—. Y aun así has cargado conmigo, insensato...

—Soy un loco —bromeó, antes de darme un beso en la nariz—. No es grave, no te preocupes.

Salió de la ducha y se quitó el pantalón empapado de espaldas a mí, para quedarse en ropa interior. Fue a la habitación entonces. Yo me quedé allí, esperando a que el temblor de mi cuerpo parase. William volvió un par de minutos después y me dejó algo de ropa seca y una toalla.

—Cámbiate, Aysha —me pidió, antes de volver a la habitación.

Yo me quedé allí un par de minutos más, pero luego me quité la ropa empapada, apagué el agua y me sequé bien, antes de meterme en la ropa enorme de Will. Me había dejado un chándal que por suerte tenía cuerda para ajustar, pero que aun así me venía muy grande y una sudadera negra. Me sequé el pelo como pude con la toalla y salí con él.

Estaba hablando con alguien en la puerta de la torre y me quedé parada, nerviosa de nuevo. No tardé en reconocer la voz de la señora Bird, aunque no entendí muy bien de qué hablaban.

Cerró de nuevo unos segundos después y se giró hacia mí. Seguía sin camiseta, aunque también se había puesto pantalones y llevaba una toalla apretada en el costado.

Cuando encuentres una rosa - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora