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Ni siquiera estaba segura de cuánto tiempo llevaba llorando, pero ya no sentía las lágrimas resbalarme por la cara, pese a que la veía caer en mis manos, cruzadas sobre mi regazo. Mi tío, que estaba en la sala de espera conmigo, había tratado de calmarme al principio. Luego me dejó por imposible. No lograba tranquilizarme.

El médico aún no había salido para decirnos nada. Quise convencerme de que no sabíamos nada porque era de noche y había poco personal, pero estaba aterrorizada. Si le pasaba algo a mi padre y yo no había estado con él para compartir sus últimos meses...

—¿Familiares de Arthur Hill? —nos dijo un médico, saliendo de una puerta doble.

Aparte de nosotros solo había un par de personas más allí, así que el doctor ya me estaba mirando antes de que me diera tiempo a levantarme y casi correr hacia él.

—¿Cómo está? —pregunté.

—Estable dentro de la gravedad —explicó con seriedad—. Tiene una grave infección respiratoria, pero hemos conseguido bajarle la fiebre, aun así, las siguientes horas serán cruciales y seguramente tenga que pasar unos días en observación. Si quieren pueden verle, aunque está sedado.

—Muchas gracias, doctor.

Nos indicó a qué habitación ir, y mi tío apoyó la mano con delicadeza en mi espalda, para guiarme y darme apoyo. No estaba preparada para ver a mi padre en la camilla, rodeado de equipo médico. Parecía muy pequeño y enfermo. Me acerqué despacio a la cama y acaricié su frente, que se me antojó demasiado caliente.

—Debiste pedirme ayuda, si la necesitabas —regañé a mi padre, aunque no estaba consciente.

—No lo hará, lo sabes —replicó mi tío—. Pero él ya no puede encargarse solo de la granja, Aysha.

—Me quedaré con él.

—Aysha, de todos modos, creo que deberías plantearte las cosas.

Alcé la mirada hacia él, pero sujeté con delicadeza la mano de mi padre, teniendo cuidado con la vía. No entendía que pretendía decirme mi tío, que tenía la vista clavada en mí.

—¿De qué hablas?

—¿Te quedarás para siempre trabajando en la granja que es un agujero negro de dinero? Le he dicho mil veces a tu padre que debería venderla, pero no escucha. Deberías aprovechar.

—¿Para traicionar su confianza y deshacerme de su hogar? ¿Para vender la casa de mi madre? —resoplé.

—No tienes que verlo así, Aysha. Pero si sigues con la granja, algún día te darás cuenta de que has echado a perder tu vida y que las deudas te sobrepasan. Deberías venderla, coger un piso en la ciudad, para ti y tu padre, y tratar de continuar tu carrera como arquitecta. Tú padre me ha dicho que ahora estás reformando una mansión. Aprovecha para continuar con ello, o de nuevo nadie te dará trabajo.

No le respondí, en realidad, estaba segura de no poder vender la casa, porque era de mi padre. No es que no quisiera, que tampoco quería, es que no tenía derecho legal sobre ella. Además, no tenía la cabeza para aquello en ese momento.

Ya había tomado la decisión tiempo atrás, acabaría la obra de la mansión de los Millerfort y volvería a casa con mi padre. De hecho, era muy posible que Bill Millerfort fuera a despedirme, por mucho que Will pensase que podía controlarle. Así que ni siquiera quise pensar en ello. Ni de dónde iba a sacar el dinero para devolvérselo si me imponía la penalización por haber salido de la casa...

—A tu madre no le gustaría lo que estás haciendo —me dijo finalmente mi tío, antes de sentarse en una butaca al otro lado.

Supe que llevaba razón, seguramente. Quizá mi madre se habría deshecho de la granja en cuanto empezó a costar más dinero del que producía. Pero mi padre y yo nos aferrábamos más a las cosas materiales, quizá.

Cuando encuentres una rosa - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now