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William

Al pisar el camino de rosas rojas supe que había llegado tarde. Aun así, supliqué en silencio porque Aysha estuviera bien, aunque el dolor de mi corazón me cortó la respiración. Seguí el camino hasta el granero y empujé las puertas dobles para entrar.

Busqué con la mirada, con el corazón en un puño y sin poder respirar. Tardé en verlos. El lugar tenía dos plantas y ellos estaban en la superior, que solo era un corredor estrecho de madera. Aysha tenía una soga al cuello y él la sujetaba sin dificultad, por fuera de la valla. Ella parecía desesperada por no perder el pie, pero sabía que no iba a soltarla de momento.

—¿Qué haces, Gerald? —pregunté, apretando los dientes.

—Cierra la puerta Will, y ten en cuenta que, si me pasa algo, ella se ahorcará.

Obedecí cerrando la puerta, aun así, entraba mucha luz por el techo agujereado y las ventanas cuadradas de la planta superior. Luego revisé a Aysha con la vista, para comprobar que estaba bien. Tenía el rostro surcado de lágrimas y ligeramente rojo, además de un pequeño corte en el cuello que había goteado hasta su blusa, que ya no sangraba, y llevaba las manos atadas delante de su estómago. Por lo demás, parecía bien.

Todo lo bien que podía estar teniendo en cuenta la cuerda que descansaba en sus clavículas. Seguí la línea de esta, para comprobar que estaba atada a una viga del techo. Ese cabrón lo había tenido todo en cuenta. Aunque consiguiera matarlo, ella caería y, aunque pudiera bajarla de allí antes de que se asfixiara, la caída podía romperle el cuello.

Apreté los puños a ambos lados de mi cuerpo, pero no me moví, mientras buscaba un punto débil en su plan. Gerald rodeaba con un brazo la cintura de Aysha y en la otra mano tenía una pistola, pero la tenía tranquilamente apoyada en la valla, como si no tuviera necesidad de amenazarme. Y en realidad era así. No podía arriesgar a Aysha.

—¿Estás bien, señorita Hill? —Traté de sonar formal, tranquilo, para que se calmase.

—Vete de aquí, Will —me pidió ella, con la voz quebrada y me partió un poquito más el corazón.

—¿Qué quieres, Gerald?

—Mi vida, lo que me corresponde.

No necesité que especificase, había tenido suficiente tiempo en el avión para atar todos los cabos, pero supuse que mientras hablaba, podía buscar una forma de resolver aquello. Lo importante era evitar que soltase a Aysha hasta que yo llegase a ella de alguna manera.

—¿De qué hablas, Gerald?

Había un tractor en el centro del granero, me pregunté si podría subir en él y saltar al balcón superior... ¿Estaba demasiado lejos?

—¡Tú has vivido la vida que yo debía haber vivido! Nací antes, la casa es mía.

—Eres hijo de Bill, ¿verdad? El análisis de ADN es tuyo. —Saqué la carta de mi bolsillo trasero, para agitarla en el aire.

—¡Sí! Su primogénito.

—No es verdad, Bill tiene hijos mayores —le corregí.

—Tú lo sabes bien, ¿no? Podías comer con ellos, irte de vacaciones, conocerlos y mientras yo... ¡Yo limpiaba vuestra mierda!

—Tranquilízate, Gerald, eso no fue mi culpa. Para mí siempre fuiste un hermano más, nunca te traté diferente que a Lorcan... Haremos que Bill te reconozca, si es lo que quieres, y puedes quedarte la mansión, no me importa.

—Ella sabía que era mía... —murmuró dolido—. Cuando averiguó que las locuras de mi madre eran verdad y que yo era hijo de Millerfort, quiso echarme de la casa.

Cuando encuentres una rosa - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now