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Unos meses después

—¿Se está escaqueando de su propia fiesta, señor Millerfort? —pregunté divertida, sujetando la mano que tendía hacia mí.

—Sí, señorita Hill, sin duda. Demasiados Millerfort reunidos para mi gusto.

Fingió una cara de horror, que me hizo soltar una carcajada. Él me devolvió la sonrisa, antes de besarme el dorso de la mano.

Habíamos organizado una fiesta de inauguración en condiciones, con mi familia y la suya en la ya acabada (por suerte) mansión Millerfort. Él había aguantado la cena con estoicidad y había bailado conmigo un par de canciones, pero luego había desaparecido.

Pese a todo, su recuperación física había sido más rápida que la psicológica. Sabía que quizá nunca estuviera bien del todo. Pero no iba a rendirme con él. Poco a poco íbamos haciendo más cosas. El mes anterior habíamos estado en París viendo a Lorcan. ¡Will había subido en un avión voluntariamente sin que hubiera peligro inminente! Era todo un logro. Y cada pequeña victoria, era un motivo de celebración.

Sabía que, que su hermano intentase asesinarnos no había ayudado precisamente, pero lo superaríamos, juntos. Cada vez que cogía su mano sentía que podíamos vencer al mundo.

—¿Puedes acompañarme a un sitio? —me pidió con suavidad.

—Dónde quieras, Will —prometí.

Se levantó de la escalera dónde estaba sentado y me llevó fuera de la casa, empujando la puerta doble. Habíamos decorado el exterior con luces festivas de color blanco y parecía que un millón de luciérnagas se habían posado sobre los muros.

—La casa jamás había estado tan bonita —me dijo, un poco nervioso.

—Estoy de acuerdo, tengo muy buen gusto —bromeé.

Seguimos la línea de esta y Will me llevó al jardín de su madre, ahora perfectamente cuidado. Paró frente a las rosas, que crecían cerca del muro, entre la nieve.

—No quiero dejar que él me robe también un buen recuerdo —explicó William, con la vista fija en las flores—. Me quitó a mis padres, no dejaré que se lleve las rosas también...

—Me parece bien.

—Aysha —se giró hacia mí y me besó con suavidad—, tenerte aquí es lo mejor que me ha pasado jamás.

—Yo también soy muy feliz, Will.

Me puse de puntillas para devolverle el beso con suavidad. Él me abrazó con fuerza un momento, como si quisiera asegurarse de que no iba a alejarme de él. Pero luego me soltó repentinamente y sentí todo el frío pegado a mi vestido azul. Al menos durante un segundo, porque cuando William se arrodilló frente a mí, sentí las mejillas arder.

—Aysha, ¿quieres casarte conmigo? —pidió, sacando una caja con un anillo de su chaqueta.

No pude reaccionar durante un segundo. Sentía, aún antes de conocerlo, que toda mi vida había deseado a Will. Nunca jamás había sentido atracción por nadie más, porque estaba destinada a él, a aquel momento, a estar juntos. Me lancé a sus brazos, con las lágrimas escurriendo por mis mejillas.

—Sí, sí quiero, Will —respondí, antes de besuquearle las mejillas y los labios con fuerza.

Will se rio un poco, pero me rodeó con sus brazos y respondió a mis besos con intensidad. Pronto pasó de ser una muestra de cariño a convertirse en algo más profundo.

—Creo que nadie nos encontrará si nos escondemos en la torre oeste.

—Creo que nadie nos encontrará si nos escondemos en la torre oeste

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Cuando encuentres una rosa - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now