Capítulo 24: "El despertar de los muertos".

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»-"Siéntanse amados, eso fue lo que una vez nuestra madre nos dijo"-, la espalda de aquel kitsune daba al arrecife, su cabellera grisácea bailaba al mismo tiempo que sus 6 colas realizaban un vaivén por el viento, sintiendo que su hermana quizás era feliz en el lugar donde estaba, pero una dolorosa punzada en su espalda lo sobresaltó y de ese modo, viendo el filo de una espada sobresalir de su abdomen y al mismo tiempo que desapareció, fue como él cayó hacia al fondo del mar, divisando al darse cuenta como la culpable de su desaparición sonreía maliciosamente al verlo caer en el fondo del mar, y sintiendo su consciencia desvanecer como de quien suponía no estar en este mundo, exclamó-Cuando tu despiertes... Yo finalmente me alzaré de donde estoy e iré por ti...-, y fue así como en aquel lugar, él fue dado por muerto...«

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Aquella mujer de cabellos negros y rojiza mirada, estaba en aquella habitación que su padre habría confeccionado, observaba a aquel ser que dormía, tenía unas facciones hermosas, podría decir a un Adonis griego o aquellos apuestos faraones del antiguo Egipto, sin embargo, aquel Kitsune de una peculiar cabellera grisácea, dormitaba desde que ella lo había encontrado en la orilla del mar de Eel.

Su vestimenta tan peculiar que la había lavado incontables veces frente a los alegatos de su padre y tío y fueron esas discusiones que aparecieron en sus recuerdos,-"No debes ver el cuerpo desnudo de un hombre"-, decía su tío cada vez que la visitaba a entregarle un nuevo libro para leer o cada vez que quería paz para escribir sus escritos o sacar cuentas matemáticas-"Deberías dejar a tu tía hacer eso, hija"-, gritaba su padre molesto cruzándose de brazos, cada vez que ella le hacía caso omiso-"Déjala, querido, ella se ve feliz haciéndolo, además él no parece molestarle..."-, señalaba su tía, mientras le guiñaba un ojo, y frente a esas dinámicas ella había crecido, que durante esos 25 años había cumplido ya su mayoría de edad, por ende, ya había aprendido a controlar sus poderes y suspirando, acariciaba la larga melena grisácea de aquel ser, añorando que despertara y así poder aventurarse en el mundo exterior.

Emily bajó su mirada, aquellas extrañas vestimentas que señalaba que él pertenecía a la guardia de Eel. Y por ese motivo, su padre y tíos decidieron dejarle estar ahí, parecía ser alguien importante, que alguien lo extrañaría, pero nadie lo había reclamado, pero como ella podría decirles aquello cuando ellos claramente, no confiaban en él como ella lo hacía, porque ¿Cómo alguien que sufrió aquellas heridas, fuese alguien tan malo? No eran heridas de batalla, era una de traición, eso fue lo que ella aprendió cuando las trató, o al menos, lo que sus instintos le decían y por eso, ella decidió proteger su vida, aunque eso le costase lo más preciado para ella, la seguridad de su hogar.

Y suspirando por ello, se sienta en la cama donde él estaba, él que ella llamaba John Doe al no saber como se llamaba realmente, hace ya 25 años que él había sanado su cuerpo gracias a los constantes cuidados de ella, pero por más que ella intentase que él despertara, no lograba que abriera sus ojos-"¿Serán verdes como mi tío? ¿Rojos como los míos y mi padre? O ¿Marrón como mi tía?"-, pensaba mientras le veía dormitar, y al ver que todo lo que hacía en vano, suspiró molesta por ello, se colocó de pie viendo como los libros de su tío estaban rasgados en el suelo, mientras que las cobijas que su tía había hecho, llenas de rasguños y manchas de sangre.

»-Encontramos un tesoro-, exclamó un joven hombre lobo al entrar en esa cabaña, veía esculturas de oro, escritos de antaño y tejidos de lana de un animal terrestre-¿Sabes cuánto nos darán por esto

Crónicas Guardianas: "La mujer bajo el cerezo" [Eldarya]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant