Sansa (3)

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Hizo frío la mañana siguiente, era la primera vez que Sansa había sentido un verdadero frío desde que había dejado el Norte. Un pensamiento se apoderó de su mente, la llegada de los muertos a Invernalia mientras ella estaba ahí en Rocadragón esperando la próxima vez de ser besada por la Reina Dragón. Se ruborizó al recordar el primer beso de la tarde pasada justamente en esa cama, el segundo había sido tan repentino que dudaba si en verdad había pasado, pero la sensación que tenía sobre los labios no podía haber sido imaginada.

Un escalofrío recorrió toda su espina dorsal, se pregunto si había sido el frío o el recuerdo de los labios de Dany sobre los de ella, pero no alcanzó a responderse cuando llamaron a la puerta.

—Lady Sansa —era Brienne—, se solicita su presencia en la Cámara de la Mesa Pintada con la Reina Daenerys y su consejo.

Brienne no abrió la puerta, Sansa dio un salto para ponerse de pie y comenzar a vestirse. Era mucho más fácil cuando sus doncellas le ayudaban a acomodar sus vestidos por la mañana, pero ahí solamente tenía a Brienne y Podrick, ninguno podría ayudarle a prepararse.

—En un momento salgo —dijo Sansa lo suficientemente fuerte para que Brienne pudiera escucharla.

Unos minutos después Sansa estuvo frente a la puerta de la Cámara de la Mesa Pintada, Brienne la abrió por ella y se encontraron con Daenerys al pie de la mesa en donde estaba tallado un mapa de Poniente. Tyrion, Varys, Missandei, Theon, Davos y Qhoro estaban a sus alrededores.

—Lady Stark —saludó Daenerys y todos los presentes hicieron lo mismo.

Sansa quería hablar pero de su boca no salió una palabra, se inclinó para mostrar respeto a la reina y luego buscó su lugar del otro lado de la mesa, junto a Theon y Davos. Sin embargo, Daenerys no apartaba la vista de Sansa, como si le preguntara cómo estaba con la mirada, pero ella no sabía cómo responderle, ni mucho menos qué decir.

—Los norteños partirán mañana con el Cristal de Dragón —avisó Davos—. Esperamos ya no ser una molestia para ustedes.

Daenerys asintió, el acuerdo al que habían llegado implicaba que si Sansa apoyaba a la Reina Dragón con el Valle en su ejército, los norteños podían irse a Invernalia para alistarse para la próxima guerra. Davos se había negado pero cuando Sansa le explicó cuáles eran sus planes no tuvo de otra más que aceptar. Le escribió un mensaje a Jon, el cual debía entregarlo a Daenerys para que lo leyera antes de que partieran al Norte.

—Lady Stark estará a salvo aquí, Ser Davos —hizo saber Daenerys—, confío en que se lo informe a Jon Nieve.

—Así será, su alteza —Davos inclinó la cabeza—. Aunque el Rey en el Norte preguntará por qué regresé sin sus dos hermanas.

—Estoy segura de que mi hermano entenderá, Ser Davos —dijo Sansa.

—Eso espero, m'lady.

—Mis pajaritos me informan que Cersei Lannister tuvo de invitado a un enviado del Banco de Hierro, mi reina —Varys dijo—. Hay rumores de que esté intentando contratar mercenarios del otro lado del Mar Angosto.

—Los Inmaculados están marchando hacia acá —avisó Tyrion—, cualquier movimiento que haga Cersei podremos sofocarlo rodeándola.

La reunión siguió su curso, Sansa había prestado la suficiente atención como para saber lo que estaba en los planes de Daenerys y había estado lo sufiente distraída viendo sus ojos violeta siguiéndola cada vez que podía. Finalmente terminaron los asuntos de guerra y Sansa fue libre de irse de aquella sala.

No fue hasta más tarde cuando tuvo que pedirle a Brienne que la dejara buscar a Daenerys por ella misma, con la excusa de dejarle leer el mensaje que enviaría a Jon al Norte. La reina se encontraba la mayor parte del tiempo con su consejo y esa vez que Sansa la encontró no era la excepción. Daenerys estaba acompañada de Missandei y Tyrion en ese momento, compartían bromas cuando Sansa llegó hasta ellos.

Reinas de PonienteWhere stories live. Discover now