Sansa (16)

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Ver a Daenerys tendida en el suelo de Pozo Dragón con la sangre saliendo de su boca y emanando de su pecho hacía que a Sansa se le llenara el cuerpo de impotencia. No podía dejar de llorar y gritar, no había nada que hacer para que ella no se fuera.

—Dany —susurró, pero su dragón ya no estaba.

Escuchó cómo los tres dragones de Daenerys aterrizaban cerca de ella. Hicieron remolinos de aire cuando los tres se aproximaron a Sansa, ella aún tenía entre sus brazos el cuerpo sin vida de Daenerys. Cuando miró sobre su hombro pudo ver de reojo el hocico de Drogon acercarse a ella, olfateándola.

Sansa volvió a abrazar el cuerpo de Daenerys y dejó un último beso en su frente para después levantarse y enfrentar a Drogon. El dragón la miró alejarse del cuerpo de la reina y luego con su nariz intentó moverla para despertarla. Rhaegal y Viserion hicieron lo mismo, los tres se miraron y al mismo tiempo dejaron salir un sonoro rugido, dándose cuenta de la muerte de su madre.

Drogon estaba furioso, miraba para todos lados hasta que se detuvo en Sansa. La pelirroja no se echó para atrás ni retrocedió, en lugar de eso avanzó lentamente hacia él, el dragón no dejaba de gruñir a cada paso que Sansa daba. Drogon dejó que ella lo tocara, Sansa acarició el hocico de la criatura mientras dejaba caer algunas lágrimas.

—Ya no está —murmuró entre llantos.

Ella sabía que Drogon no podía entenderle, pero quería que sintiera que Sansa estaba pasando por el mismo dolor que él, que ellos. Luego Drogon se alejó de Sansa y volvió a rugir al cielo, Rhaegal y Viserion también lo hicieron y desplegaron sus alas.

Sansa buscó a Jon con la mirada, y cuando lo vio se dio cuenta de que estaba retrocediendo. Así que ella se abalanzó corriendo hacia él.

—¡¿Cómo pudiste?! —Le gritó dándole un empujón en el pecho—. ¡La mataste!

Pero Jon no dijo nada, en lugar de eso bajó la mirada, como si fuera un niño que acababan de atrapar haciendo una travesura. La pelirroja levantó la mano y con toda la fuerza que le salió le dio una bofetada que hizo que Jon volteara la cara.

—No eres mi hermano —le dijo Sansa, estaba realmente furiosa.

—No —aceptó Jon en un susurro.

—¿Crees que te van a dar el Trono de Hierro ahora? ¿Por eso lo hiciste?

—No —repitió Jon—, no lo quiero.

Los ojos de Jon lucían melancólicos y llenos de dolor, pero Sansa no podía ver el arrepentimiento en su mirada. Y eso la enojaba todavía más. La pelirroja se dio la vuelta y caminó hacia Brienne, la rubia había visto todo y su rostro estaba lleno de sorpresa. Ambas se encontraban cerca de los dragones de Daenerys. Sansa la miró a los ojos.

—Es un traidor —le dijo—, cometió regicidio frente a nosotras.

—¿Debe morir? —Preguntó Brienne tomando la empuñadura de Guardajuramentos.

Sansa se dio cuenta de lo que significaba aquello. ¿Debía ordenarle a Brienne que matara a Jon? Ciertamente las dos vieron cómo Jon asesinó a Daenerys, pero ninguna era súbdita de la reina, así que sentenciarlo a muerte era algo que no podía hacer. Por otro lado, su corazón estaba tan roto que lo único que quería era hacerlo sufrir. Él había matado a Daenerys.

—Sí —sentenció Sansa.

Brienne asintió lentamente y desenvainó su espada de acero valyrio. Sansa se dio la vuelta y miró de nuevo a Jon. Él en un rápido movimiento sacó también su espada para defenderse de Brienne.

—Asesinaste a tu reina —comenzó Sansa—, y ahora estás sentenciado a muerte.

Sansa dio un paso atrás para dejar que se enfrentaran, pero escuchó los gruñidos de los dragones detrás de ella. Cuando volteó a verlos, los tres desplegaron las alas y respiraron profundamente. La Dama de Invernalia sabía de qué se trataba. Jaló a Brienne por el brazo y la hizo retroceder. Vio por última vez a Jon y se dio cuenta de su mirada, él sabía que se había terminado, bajó su espada.

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