Daenerys (13)

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El movimiento suave de las olas contra el barco hizo que Daenerys suspirara levemente. Esa mañana zarparon de la isla de Rocadragón hacia Desembarco del Rey, la noche pasada estuvieron preparando la estrategia que usarían para atacar a Euron Greyjoy. Tyrion había querido separar al ejército para atacar por diferentes partes a Euron y la mayoría estuvo de acuerdo, pero Daenerys decidió dejar de lado los consejos navales de su Mano, ya que había fallado de manera constante anteriormente.

Sin embargo, ninguno parecía convencido con lo que Daenerys había propuesto, a excepción de Jon, que animó e incluso agregó pequeños detalles a su estrategia. Los demás presentaron quejas y opiniones, pero finalmente Daenerys ordenó que obedecieran su estrategia y así lo hicieron.

Daenerys estaba sentada en su cama mientras miraba la armadura que había usado de vuelta en Invernalia. Suspiró recordando a todos los caídos de esa batalla, y su corazón se comprimió cuando recordó a Jorah, que había muerto en sus brazos y ella no pudo evitarlo. Dany no quería volver a sentir aquello, el sentimiento de impotencia que le inundó el cuerpo ese día no soportaría volver a tenerlo en ella. Sabía que en algún momento todos deberían morir, y en la guerra más que en ninguna otra parte, pero si ella no protegía a la gente que amaba, no tenía caso ser la reina. Daenerys se levantó y admiró más de cerca su armadura. No podía esperar a llegar a rescatar a Sansa en Desembarco del Rey.

El sonido que llamó a la puerta la sacó de sus pensamientos. Dany sacudió la cabeza y esperó un momento antes de ir a abrir. Jon Nieve estaba parado afuera de su camarote. Él la miraba como si tuviera pena, pero Daenerys quiso pensar que estaba preocupado por su hermana, y a decir verdad ella también lo estaba. No dijo nada, simplemente abrió más la puerta y lo dejó pasar. Sin embargo, Jon no dejaba de verla, incluso se dio la vuelta para continuar con la pelea de miradas que Jon estaba llevando a cabo.

—¿Estás bien? —Dany le preguntó, pero Jon solamente le asintió—. No me parece que lo estés.

—Sólo preocupado —al fin contestó—. Nervioso, tal vez.

Jon había sonreído y Daenerys le devolvió la sonrisa, pero a él luego se le borró del rostro.

—Ella va a estar bien —le dijo Daenerys, adivinando lo que Jon había pensado, aunque realmente eso también le preocupaba a ella.

—Cuando era pequeño —Jon comenzó a decir mientras caminaba por el pequeño apartado—, recuerdo que Sansa ni siquiera me podía mirar a los ojos. Solíamos jugar todos... Robb, Bran, Arya, incluso Theon, y Sansa. Robb y yo una vez les hicimos una broma en las criptas, y Sansa nos llamó estúpidos y nunca volvió a dirigirme la palabra.

Daenerys sonrió, los hermanos solían cambiar en cuanto crecían. Viserys era tan buen hermano con ella cuando eran pequeños, pero mientras crecía se volvió oscuro y definitivamente el amor fraternal que sentía por él comenzó a desvanecerse.

—Todos cambiamos cuando crecemos —dijo Daenerys.

—Sí, pensé que Sansa nunca me iba a querer, pero me ha salvado la vida más de las que yo he salvado la de ella.

—¿Cuántas veces te ha salvado la vida? —Quiso saber Daenerys.

—Dos —rió Jon.

«Tres», pensó Daenerys, pero no quiso decir nada.

—¿Cuáles han sido?

—Cuando nos enfrentamos a Ramsay Bolton y... Al tomar mi lugar para encontrarse con usted.

Daenerys asintió, siguió a Jon con la mirada y dejó salir un suspiro.

—Al crecer solamente tenía de compañía a mi hermano Viserys —Daenerys habló—, me contaba muchas historias y lo quería como toda hermana quiere a su hermano. Sin embargo, conforme crecíamos él me culpaba de todas las desgracias que nos pasaban. Sansa pudo no ser tu hermana más querida de niños, pero sé que ahora los dos se adoran, las cosas cambian con los años.

Reinas de PonienteWhere stories live. Discover now