Sansa (10)

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Cuando salieron de la cripta el cielo tenía un color entre azul y gris, la luz le deslumbró y tuvo que entrecerrar los ojos. El patio de Invernalia estaba lleno de cadáveres cuando Sansa caminaba por ahí. Realmente no reconocía a nadie, no sabía si sentirse aliviada o preocupada. A lo lejos, pegados a una pared pudo ver a Brienne, Podrick y Jaime descansado de la batalla. Quería ir a felicitarlos pero en ese momento quería buscar a Bran, Arya, Theon, Jon y Daenerys, quería asegurarse de que se encontraban sanos y salvos.

Sansa se dirigió al Bosque de Dioses y se sorprendió cuando vio salir de ahí a Jon, estaba lleno de suciedad y respiraba irregularmente.

—¡Jon! —Le gritó acercándose a él.

Jon le sonrió y le mostró su espada ensangrentada, pero Sansa realmente no le prestaba atención.

—¿Y Bran y Arya? —Preguntó—. ¿Y Daenerys?

Antes de que Jon hablara vio salir a Bran en su silla siendo empujado por Arya, ella al igual que Jon estaba completamente sucia. La mayor de los Stark se acercó a ellos.

—¿Cómo están? ¿Qué ha pasado? —Quiso saber Sansa.

Bran solamente le sonrió a su hermana.

—Arya nos salvó —dijo—. Mató al Rey de la Noche.

La sorpresa en el rostro de Sansa no se hizo esperar, miró a su hermana pequeña y Arya estaba tratando de limpiarse la sangre que caía de una herida en su frente.

—¿Cómo lo hiciste?

—Solo lo hice —respondió Arya—. Deberías entrar.

Sansa había estado sonriendo, pero no entendía por qué su hermana le decía aquello. Sin embargo, cuando volteó a ver los alrededores del Bosque de Dioses pudo notar que Viserion y Rhaegal se encontraban apoyados en los muros, descansando.

—¿Daenerys? —Preguntó a su hermana, Arya asintió lentamente.

Entonces la Dama de Invernalia sintió en su estómago una enorme punzada de dolor, se le había ido el aire y sentía que se ahogaba. Se armó de valor y caminó a la entrada del Bosque de Dioses. Mientras ponía un pie delante del otro, las manos le temblaban sin parar, no sabía qué haría si el cuerpo de Daenerys estuviera entre la nieve sin vida, no sabía cómo controlaría sus emociones.

Lo primero que vio al introducirse entre los árboles fue a Drogon descansando en la nieve, en ella también se encontraban muchos cadáveres y esqueletos inertes. Sansa caminó cerca de Drogon para poder rodearlo y buscar a Daenerys. Escuchó suaves sollozos desde donde Drogon tenía el hocico y Sansa no pudo evitar correr para ver de qué se trataba.

El alma le regresó al cuerpo cuando vio que el llanto provenía de Daenerys, un alivio grande la recorrió y se acercó a ella. La reina estaba de rodillas y lloraba sobre el cuerpo de Jorah Mormont.

—¿Dany? —Susurró para no asustarla.

Cuando Daenerys volteó a verla, sus ojos estaban tan rojos que Sansa necesitó solo eso para entender la situación. Se arrodilló a su lado y envolvió uno de sus brazos en la cintura de la reina, pudo sentir el acero de su armadura en la mano, Daenerys no dejaba de llorar, así que Sansa se mantuvo en silencio.

—Él murió por mí —dijo Daenerys entre sollozos—, murió protegiéndome.

—Eras su reina —suspiró Sansa—, él te amaba, no dejaría que murieras de esta forma sin protejerte como pudiera.

Daenerys asintió derramando más lágrimas, la pelirroja le tomó la mano y le dejó un beso en el cabello. plateado. Daenerys también estaba tan sucia como Arya y Jon, pero a Sansa no le importaba ensuciarse por abrazarla.

Reinas de PonienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora