-Capítulo 5-

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*Saliendo de control*




Bella despertó ojerosa, casi no durmió por estar pensando en el hombre que descansaba en una hermosa habitación al lado opuesto que la suya.

Resoplando se puso de pie. Ese día tenía muchas cosas que hacer, la universidad para ella era muy fácil, pero el pequeño negocio que llevaba a cabo a veces le quitaba mucho tiempo, sin embargo, no podía quejarse, era muy bien remunerado y gracias a ello tenía casi cinco meses que no agarraba ni un peso de lo que Sebastián le daba en aquella tarjeta.

Bajó las escaleras a toda prisa, desayunó lo establecido y salió como un rayo de la casa, apenas si tenía tiempo de llegar a la primera clase. No se dio cuenta de que Sebastián la observaba por una de las ventanas de la gran casa con el rostro tenso y expresión de nostalgia.

La iba a extrañar, incluso al verla salir abrigada con su cabello suelto y corriendo de la casa pensó, tan solo por un momento, pensó en quedarse, enseguida se deshizo de esa idea, tomó su maleta, le comunicó a Ciro de su viaje y se fue con la ansiedad a flor de piel.

Toda la tarde estuvo absorta en el ordenador. Conforme fue acercándose la hora de la cena sintió como el nerviosismo se apoderaban de su cuerpo, pronto volvería a verlo y tenía miedo de no saber cómo comportarse después de lo recién descubierto la noche anterior, no quería hacerlo sentir incómodo así que iba a tener que esforzarse en parecer ella misma en todo momento. Pero tenía que concentrarse muy bien, porque su olor era irresistible, su contacto le provocaba pequeños electrochoques, su mirada era... simplemente perfecta, tenía una manera de decir las cosas tan peculiar, de pronto tan sereno y agradable, pero de un momento a otro, parecía inflexible y apasionado y su cuerpo... su cuerpo era ¡Dios! alto, fuerte, con manos grandes y... tan perfectas como todo lo demás.

Escuchó que alguien tocaba la puerta.

—Adelante —contestó ansiosa.

—Isa, ¿deseas que te suba la cena? —Le preguntó el mayordomo en tono cálido y amigable. Esa joven le caí muy bien; siempre dispuesta, sonriendo y agradable.

—Y Sebastián, ¿no va poder llegar a cenar? —El hombre frunció el ceño.

—¿No te dijo ayer que salía hoy de viaje? —El talante de Isabella le dio la respuesta–. Lo siento, creí que lo sabías. Salió hoy temprano, me parece que esta vez será largo. —Bella estaba completamente desconcertada y desilusionada.

—¿Largo?

Ciro posó una mano sobre su hombro a manera de consuelo

—Probablemente fue de último minuto. En realidad, eso es lo común en él y últimamente no había salido, así que seguro se le juntaron los asuntos de la empresa.

A Isabella no la convenció esa respuesta, algo le decía que lo que pasó la noche anterior lo incomodó y tuvo que salir huyendo de su propia casa para no topársela.

—Seguramente. Pero no me gustaría cenar sola. ¿Te molestaría si ceno contigo y los demás?

—Claro que no, jovencita, ya sabes que todos los que trabajan aquí te estiman y les va a encantar la idea de que compartas con ellos. Te espero abajo en media hora.

—Gracias, Ciro, ahí los veo.

Una vez sola se sintió desconcertada, algo le decía que ella era la causa de que se hubiera ido. Aunque no podía ser tan presuntuosa, podría ser verdad que tenía que salir de viaje y no le mencionó nada gracias a la escena que montó al hablar de su pasado. Al recordarlo sintió el ya familiar nudo en la garganta. Decidió que esa era la respuesta, después de todo ¿Quién era ella para que él le tuviera que dar cuentas de todo lo que hacía? Convencida de esa reflexión fue cenar, después salió un momento con Luna y Miel, jugueteó con ellas y más tarde se fue directo a la cama.

Vidas Cruzadas © ¡ A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora