-Capítulo 9-

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Medicine - Daugther [Sound Remedy Remix]  

*Posesividad*

Isabella ya esperaba a Sebastián ansiosa, el timbre sonó y como rayo salió a su encuentro.

—¡Hola! —Lo saludó sofocada besándolo al instante.

—Qué recibimiento, Bella —logró decir contra sus labios. Ella sonrió inocentemente.

—¿Por qué te extraña? Sabes que siempre cuento los minutos para verte —admitió como si fuera lo más lógico del mundo.

–Lo sé, porque es justo lo que yo hago —y la arrancó del suelo con un abrazo que casi la asfixia—. ¿Nos vamos? —sugirió ansioso.

Minutos después manejaba rumbo a su destino con ella a un lado cambiándole a las estaciones de la radio una y otra vez como era su costumbre.

–¿A dónde vamos? —quiso saber concentrada en el aparato que manipulaba, la observo negando con la cabeza.

–¿Habrá alguna vez que puedas dejar que suene una canción completa, Bella?

Solían discutir sobre eso y realmente a él no le molestaba, sólo le divertía verla tan activa todo el tiempo.

–Ya sabes que no, me desespera nunca encontrar nada interesante –contestó concentrada.

–Será porque nunca dejas que suene nada, o quitas la música del reproductor —señaló vencido. Ella frunció el ceño observándolo al fin, pensativa.

–Puede ser, pero no lo puedo evitar —aceptó sonriente.

Estacionó el auto y no se bajó. Ella estudió su entorno con curiosidad intentando reconocer dónde estaba, en un segundo abrió la puerta sin darle tiempo a él de usar la galantería que tanto le gustaba y abrírsela, eso era otra de las cosas a las que también se estaba acostumbrando, esa joven de cabellos oscuros y mirada de ángel, actuaba siempre así, como un huracán sin control

–¿Y estos apartamentos? —deseo saber. Al ver que su novio no bajaba, asomó su rostro al interior del auto, él tenía una ceja enarcada. Rodó los ojos comprendiendo lo que quería. Entró de nuevo y cerró cruzándose de brazos–. Ya te he dicho que tengo dos manos, pero si insistes, hazlo, puedes abrir la puerta tú. —Él sonrió divertido. Ya habían intercambiado su punto de vista de aquel tema más o menos un millón de veces, pero al final lograba convencerla de que le agradaba hacerlo, por lo que sus argumentos terminaban y lo dejaba hacer su voluntad en ese sentido. Unos segundos después tomó su mano y cerró la puerta tras ella.

–¿Ves? ¿Qué te cuesta esperar? —Le señaló divertido. Isabella volcó lo ojos pegándose a él, ciertamente no le costaba nada, solo le desesperaba un poco que alguien hiciera algo que ella podía hacer sin problemas.

Un conserje los saludó educadamente en el enorme y elegante recibidor. Después subieron por un moderno asesor que Sebastián activó con una llave extraña y una vez que llegó al último piso, la puerta se abrió silenciosamente. Ahí, de pie, no supo qué hacer, era raro estar ahí, de pie.

Sebastián notó su falta de movimiento y la invitó a pasar, la joven entró curiosa. No conocía ese sitio y no tenía la menor idea de por qué se encontraban ahí, pero al ver el interior se quedó de piedra sin conseguir dar un solo paso. El apartamento estaba en penumbras, sólo lo iluminaban velas y lámparas con luz muy tenue, había pétalos de muchos colores por todos lados. ¡Dios! ¿Era para ella?

–Pasa, Bella —caminó automáticamente en silencio. No sabía qué sentir. Observó todo encantada, era... perfecto. Las manos de Sebastián rodearon su cintura suavemente, para después recargar la barbilla en su hombro–. ¿Te gusta? —Lo miró de reojo y asintió tragando saliva con dificultad, las palmas le sudaban y la saliva no pasaba–. Es para ti, mi Bella —cuando pronunciaba su nombre así sentía burbujas en el estómago–. Ven —la tomó de la mano e hizo que lo siguiera.

Vidas Cruzadas © ¡ A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora