-Capítulo 24-

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*Sorpresa*

Por la mañana él se levantó antes, preparó café y el desayuno. Todavía no terminaba cuando sintió como unas pequeñas manos lo rodeaban por la cintura.

—¿Cocinas? —le preguntó divertida viendo cómo preparaba unos panqueques sin dificultad.

–Claro que cocino, ¿qué creías? —contestó haciéndole un hueco entre sus brazos para que se posicionara a un lado y darle un beso. Ella lo observó atenta y aún adormilada.

–No sé... —se encogió de hombros–, creí que no sabías.

—Pues te equivocaste, no es que sea un chef, pero me defiendo.

—Sí, ya veo... —admitió gratamente asombrada.

—Anda, sírvete café que esto ya va a estar listo —sugirió. La joven tomó una taza y se sirvió adorando el aroma que el líquido despedía. Rodeó la barra que separaba la cocina del pequeño comedor, Sebastián ya había puesto manteles y todo lo necesario. Al ver lo que sucedía en el exterior se quedó ahí, clavada.

—Está nevando... —murmuró anonadada, dejó la taza sobre la mesa y se dirigió en seguida hasta los enormes ventanales y observó todo con los ojos muy abiertos. Nunca había visto la nieve y no podía creer lo hermosa que se veía la ciudad cubierta por esa capa blanca. Sebastián acarició su cintura pegándola a su ancho pecho viéndola atento–. Es... hermoso... —consiguió decir sin mirarlo.

–Lo sé... —susurró al oído refiriéndose a sus enormes ojos clavados en el exterior. Ella se ruborizó y lo miró cohibida.

–Me refiero a la nieve, Sebastián.

—Y yo a ti —admitió besándola tiernamente. En cuanto se separó de su boca, ella enseguida volvió a distraerse con el exterior, así era Isabella, inquieta, como una niña curiosa cuando algo llamaba su atención–. ¿Qué te parece si desayunamos y salimos a que la veas, Bella? —La joven asintió como una pequeña que esperaba ver una sorpresa.

Al terminar, hizo algunas llamadas necesarias mientras checaba correos en su tableta. Cuando ella salió de la recámara ya no pudo concentrarse más. Llevaba le cabello suelto, un suéter de cuello alto y manga larga que bajaba por su cintura como una segunda piel, unos vaqueros y botas arriba del pantalón cuidadosamente combinadas.

—¿Qué pasa? —Le preguntó al ver que la observaba sin moverse, frunciendo el ceño. Él se acercó de inmediato y pegó a su cuerpo.

–Pasa que... no tienes ni idea de lo hermosa que te ves, mi Bella... —Ese rubor que sólo él provocaba la volvió a invadir—. ¿Sabes una cosa? Te veo y solo puedo pensar que es increíble cómo nuestras vidas se cruzaron... no me alcanzará la existencia para agradecerle que nos haya hecho coincidir.

—Te amo, Sebastián. —Lo aferró de la camiseta y lo besó mientras enroscaba sus brazos alrededor de su cuello. Un segundo después él la separó recordando lo que le había prometido.

En cuanto la joven sintió el primer copo de nieve sobre su rostro giró con los brazos abiertos dando vueltas riendo. Sebastián no pudo más que observarla completamente extasiado. Qué manera de disfrutar la vida, reflexionó atolondrado.

Caminaron hasta un pequeño parque mientras la joven se distraía con cualquier cosa, más tarde Sebastián compró chocolate caliente y juntos se recargaron en una cerca de un mirador espectacular, no muy lejos de donde habían estado caminando y se deleitaron con la vista.

Los días pasaron, sólo se separaban cuando tenía que ir a las oficinas de Londres a arreglar alguna cuestión de vital importancia, intentaba pasar el mayor tiempo posible a su lado y dedicarle desde el apartamento algunas horas al conglomerado. Ella aprovechaba esos tiempos para ir a comprar los regalos navideños o ir con sus amigas a las que tuvo que contarles su hazaña. Y como era de esperarse, estaban ansiosas por conocerlo y así fue. Cuando él se desocupaba la alcanzaba en algún lugar o la esperaba alegre en su hogar.

Vidas Cruzadas © ¡ A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora