Capítulo 5

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-No creo que sea una buena idea, Graham- dijo Dave nervioso pero con voz calmada- ¿Qué sentido tendría? No cambiará nada y sólo te haría daño.

-Lo necesito. De verdad lo necesito, Dave. Por favor...no puedes negarte- dijo tomándolo suavemente del brazo.

-¿Para qué? Dime para qué...¿qué es lo que piensas hacer?

-Nada ilícito, si eso es lo que te preocupa...

-Graham...- dijo con el tono pausado del maestro que advierte a un niño- lo que en verdad me preocupa eres tú. ¿Por qué seguir atormentándote?

-Porque necesito verlo, saber quién es...saber qué tiene...qué lo hacía...tan...tan especial- dijo con voz quebrada.

-No tiene nada especial- respondió su amigo tajante.

-Quiero ver el rostro del que me arrebató el amor de Alex, ¿es eso mucho pedir?

-Él no te arrebató nada. Alex te amaba...

-Tú mismo revelaste lo que dijo...nos amaba a ambos...si es que eso es posible- reflexionó con tristeza.

-Claro que lo es- se apresuró a responder Dave con una seguridad que sorprendió a Graham.

-¿Cómo lo sabes? ¿Acaso alguna vez te ha sucedido?

-No...- dijo tras carraspear un poco- pero vi a Alex. Aquella tarde...aún lo recuerdo. Estaba desesperado...lloró durante horas...tanto que en esos momentos casi olvidé que reñíamos. Me suplicó que no te lo contase, dijo que no podía vivir lejos de ti...

-Y tampoco de él por lo que parece...

-Alex no iba a dejarte...nunca. El otro...- murmuró todavía renuente a nombrarlo- el otro siempre supo de ti.

-Pues ahora soy yo quien desea saber de él- respondió tajante y Dave comprendió que no había nada que hacer.

Sabía su nombre completo: Damon Albarn. Era sólo una cuestión de tiempo. Podía facilitarle el trabajo suministrándole la dirección que buscaba o el propio Graham podría averiguarla por su cuenta. Sería aún más fácil de lo que él mismo imaginaba. El muchacho era músico, había pasado sin mucha suerte por varias orquestas y el trabajo de Graham lo ponía en contacto con casi toda la plaza teatral de la ciudad. Incluso era factible que el destino los hubiese cruzado ya en algún teatro.

Consciente de que no tenía caso intentar disuadirlo, el notario rebuscó en sus archivos hasta dar con los datos del que alguna vez había sido incluido en el testamento de su cliente.

-Toma- dijo extendiéndole un trozo de papel con la información que reclamaba.

Graham lo tomó y pudo leer una dirección remota en uno de los barrios bajos de Londres.

-¿¡Camden!?- exclamó arqueando las cejas con expresión de desagrado.

De modo que Alex, burgués, elitista, egresado de los mejores claustros universitarios y asentado comercialmente en Canary Wharf había concedido en rebajarse hasta poner los ojos en un músico fracasado que pasaba sus días en Camden. No pudo evitar pensar que con ello, también lo había rebajado a él. Tampoco pudo dejar de preguntarse qué habría hallado en un muchacho de tan poca monta. "No queda más que averiguarlo", se dijo.

-Piénsalo- advirtió Dave antes de que partiese.

-Créeme que ya lo hice.


Al día siguiente, se encaminó rumbo a Camden. La dirección provista por Dave lo condujo a un derruido edificio de departamentos de cuatro plantas donde el mantenimiento brillaba por su ausencia y en el que varios detalles sugerían que sus ocupantes no serían más que usurpadores.

Pensó que Alex debió estar parado allí infinidad de ocasiones. Su esposo...el que proyectaba y levantaba suntuosos edificios era el mismo que condescendía en llegar hasta aquella sórdida barriada para tener encuentros no menos sórdidos con vaya a saber qué clase de hombre. La intriga lo carcomía. Fue entonces cuando decidió apoyar su dedo en el herrumbroso tablero pero antes de que pudiese hacerlo, la puerta de entrada al edificio se abrió intempestivamente.

De allí salió un hombre joven. Aún bajo las muchas capas de abrigo pudo atisbar un rostro de expresión ruda y la vez nostálgica. El muchacho lo miró de arriba abajo sin ningún disimulo. Su mirada triste parecía ocultar un dejo desafiante. Graham no pudo evitar preguntarse si sería él. Si la persona que había ido a buscar era en verdad aquel joven de hipnóticos ojos azules enmarcados por unas cejas espesas que coronaban el singular encanto de su mirada. No era grato admitirlo, pero se veía increíblemente apuesto, con su cabello oscuro, el rostro bien afeitado y aquel aire distante. El joven hizo una pausa para contemplar al extraño de un modo que Graham no tardó en juzgar como descarado.

"¡Es él!", se dijo para sus adentros. Segundos después y en completo silencio, el muchacho giró sobre sus talones y comenzó alejarse. Sin atreverse a hablarle, Graham hizo un apresurado intento de corroborar su identidad. Llevó el teléfono hasta su oído, fingiendo atender un llamado.

-¿Damon?- dijo en voz muy alta- ¿Eres tú?

Pero el muchacho no se volvió.

"No...no es él. Cálmate, Graham", se dijo.

Se dispuso otra vez a tocar el timbre y notó que la puerta había quedado abierta tras la salida del joven. A decir verdad, ni siquiera cerraba apropiadamente. Entonces entró. El malogrado recibidor estaba mal iluminado y decorado únicamente por un espejo roto. Sólo podía accederse a los pisos a través de las escaleras. Subió hasta la segunda planta haciendo esfuerzos por no imaginar a Alex caminando el mismo trayecto, excitado y ansioso por encontrarse con su amante.

Tocó a la puerta del apartamento señalado con la letra B.

-¿¡Qué te olvidaste ahora!?- gritó una voz desde el interior.

La puerta se abrió sin que nadie indagara la identidad del visitante. Graham tuvo frente a sí a un esbelto joven rubio cuyas facciones bellamente cinceladas parecieron contraerse apenas lo vio.

-¿Eres Damon?- preguntó decidido.

-Sí- respondió una voz áspera con tono resentido.

-Yo soy...

Pero antes de que pudiese presentarse, el dueño de casa lo interrumpió.

-Sé muy bien quién eres tú.

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