Capítulo 13

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-Fue hace tres años- comenzó Damon dejando que su mirada azul se perdiese entre la bruma de sus recuerdos.

El dato hubiese conmocionado a Graham de no haberlo sabido de antemano, a instancias de la involuntaria indiscreción de Liam.

-La última orquesta en que trabajaba se desarmó. Necesitaba empleo, de lo que fuera. Mi amiga Justine, la so...

-La socia de Alex- interrumpió Graham de forma casi refleja, intentando no escuchar el nombre de su esposo saliendo de los labios de Damon.

-Sí, ella- asintió- ella me ayudó a encontrar empleo como dependiente en una tienda de discos que pertenecía al que entonces era su novio. Era uno de esos locales recónditos, llenos de rarezas, con un público muy reducido pero exigente.

Atento al relato, Graham dejó descansar el mentón sobre sus manos entrelazadas, preguntándose una y otra vez qué pudo llevar a Alex hasta allí. No conocía a nadie menos interesado en la música que su esposo.

-Una tarde- prosiguió- Justine llegó junto a un amigo. Era él- dijo como si se hubiese percatado de lo inconveniente que sería pronunciar su nombre.

Graham tragó saliva mientras imaginaba la escena. Se preguntó si la de ellos habría sido una atracción inmediata y fulminante. O uno de esos amores profundos, que crecen con el tiempo hasta echar raíz. Cerró los ojos un momento deseando que la respuesta no llegase nunca.

-Alex buscaba un disco, una pieza de Beethoven grabada por la Filarmónica de Berlín. Se trata de uno de los primeros conciertos de postguerra...una rareza de la que sobreviven muy pocos ejemplares.

-¿Beethoven?- murmuró Graham sin que Damon pareciera oírlo.

-Me resultó curioso que lo buscara, ¿sabes? También yo lo quería- dijo sonriendo como si aquel primer encuentro entre los dos volviera a desplegarse ante sus ojos- Fue algo...¿cómo decirlo? Extraño...aquel hombre que me había gustado desde que puso los pies en el local quería lo mismo que yo. Y créeme que somos muy pocos los que conocemos esa pieza...

Graham sonrió.

-La cuestión es que no la teníamos...no ese día. Pero sabía que mi jefe estaba a la caza de aquel disco. Me había dicho que pronto formaría parte de una subasta privada a la que asistiría con el único propósito de hacerse de esa grabación. Le dije que se mantuviese en contacto, que nos llamase o pasara por el local.

-Pensé que también tú la querías...- apuntó Graham.

-Sí...pero es carísima. Estaba completamente fuera de mi alcance y tuve que conformarme con la jugosa comisión que me daría su venta. Así fue como empezamos a hablar, cada vez más seguido. Llamaba y venía con frecuencia. Me dijo que era una pieza muy especial para él y le preocupaba que otro pudiera comprarla antes. Llegó a ofrecer el doble de su precio sólo para que la mantenga reservada. Desde luego le dije que no era necesario, que yo mismo se la guardaría. Supongo que entonces, Alex se había vuelto para mí tan especial como aquella pieza que los dos deseábamos.

Graham se aclaró la garganta y se revolvió en su silla.

-Y un día...un día la pieza llegó y se cerró la venta. Recuerdo cuando entró a la tienda...lucía tan feliz- relató Damon con sus ojos apenas entreabiertos- claro que yo no lo estaba tanto. Ya no escucharía esa grabación...y tampoco volvería a verlo...

-Pero no fue así- interrumpió Graham.

Damon pareció salir de su ensoñación.

-No, no del todo. No volví a oír la pieza pero sí volví a verlo...

Se hizo un largo silencio hasta que la voz de Graham comenzó a entonar aquella melodía mientras el tamborileo de sus dedos recorría la mesa imitando la mano de un pianista.

-Conoces muy bien la pieza...- apuntó Damon sorprendido. Su oído de músico le permitió notar en el acto que Graham debía conocer de memoria aquella partitura.

-Es el concierto de 1946 ¿verdad? Se grabó en el Titania Palast, un antiguo cine de Berlín que funcionó como sede provisional de la orquesta después que el edificio de la filarmónica fuera destruido.

-Sí...sí...- balbuceó Damon.

Permaneció en silenció unos instantes hasta comprender lo evidente.

-Era para ti...el disco era para ti...- murmuró incrédulo.

-Todo lo que Alex sabía de Beethoven es que era sordo.


Los dos permanecieron en silencio largo rato. Damon con los ojos fijos en la mesa, paladeando por segunda vez el sabor de un engaño que no sólo se había cernido sobre Graham.

El visitante, menos incómodo, lanzaba furtivas miradas hacia el ventanal con la esperanza de que el temporal amainase y le permitiera salir de allí.

De pronto, Damon rompió el silencio.

-Él hablaba de ti, ¿sabes? Te mencionaba mucho...¿Alguna vez...- preguntó Damon bajando la voz y sabiendo de antemano la respuesta.

-No- dijo Graham terminante- jamás habló de ti.

Damon creyó percibir una veta de orgullo colándose en su voz. ¿Por qué no sentirse satisfecho después de todo? Graham había sido el esposo al que siempre había protegido y del que nunca quiso alejarse mientras él...él era sólo una alternativa ante la que ni siquiera tenía el recato de silenciar cualquier mención al compañero oficial que aguardaba su llegada en el hogar compartido.

-Supongo que si te hubiese mencionado...no hubiésemos seguido casados- reflexionó.

"Parece que tienes más dignidad que yo", se dijo Damon.

-A ti si te mencionaba...tanto que alguna vez sentí curiosidad por verte- reveló.

Graham levantó la vista perplejo pero guardó silencio.

-Te vi una vez- continuó Damon- fui a verte, a decir verdad.

-¿Por eso...por eso me reconociste en cuanto llegué?

-Sí...- respondió soltando un hondo suspiro- cuando supe que estabas a cargo de la remodelación del Lyceum fui hasta allá, con la excusa de encontrarme con un colega que trabajaba en la orquesta del teatro. Entonces te vi...no me atreví a hablarte pero te vi.

Graham permaneció en silencio, ensimismado, rebuscando en su memoria los días transcurridos durante la restauración de aquel teatro. Atisbando en su recuerdos alguna señal de la presencia de Damon. Pero fue inútil.

-¿Sabes qué pensé cuando te vi?

-No. Y no me importa- dijo Graham y su mirada glacial restituyó el silencio.

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