cap. 3 Mentiras Necesarias

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Primeros cambios y nuevo nombre

El lunes de la semana siguiente parecía una persona totalmente nueva. Después de darse como unos tres baños su cabello volvía a ser negro y su piel lucía su bronceado natural y no las manchas de barro. Tras más cepillados de dientes de los que podía recordar, sus dientes volvían a estar blancos e impolutos. Era sorprendente que no tuviera caries.

Las estilistas de Tom se ocuparon de todo lo demás. Le cepillaron el pelo y volvía a verse igual de atractivo que en sus mejores días. También le arreglaron las uñas estropeadas y excesivamente largas para un hombre e insistieron en retocar sus cejas, lo afeitaron dejando una delicada barba. Siempre había odiado que tocaran sus cejas. Lo vistieron con varios trajes nuevos que a decir verdad le sentaban de maravilla y por un momento creyó ver a ese hombre del pasado reflejado en el espejo. ¡No! Él dejó de ser esa horrible persona, él había aprendido a vivir como un ser humano. Su imagen sería la misma pero estaba completamente seguro que su forma de ser cambio.

Volver a conducir su coche fue un auténtico placer. Había ciertos caprichos a los que a cualquier persona no le gustaba renunciar y uno de ellos era su coche. La casa que Tom le alquiló no era nada del otro mundo pero teniendo en cuenta que llevaba dos años durmiendo en la calle, era como un palacio para él. La exploró entera con sus tres habitaciones, su único cuarto de baño, la terraza, la cocina y el salón. No tenía hall pero podía prescindir de él.

Para su primer día de trabajo escogió un traje color negro con una camisa azul celeste y una corbata amarilla para combinar con el traje ajustado. Se peinó , se puso su locion, su reloj y montó en su coche satisfecho de estar aseado. Durante el fin de semana se dio tal atracón de comida que tuvo que tomarse cerca de una caja de manzanillas para poder dormir después. Había perdido mucho peso en los últimos dos años pero conservaba sus piernas fuertes gracias a sus largas caminatas y sus brazos no habían bajado demasiado por los trabajos en la obra que había realizado paulatinamente. ni hablar de su adbomen marcado, lamentablemente se veía muy fibroso para su gusto.

Aparcó en el sótano de la empresa que hacía de aparcamiento y observó su antigua plaza presidencial ahora ocupada por un Porsche. En sus días él también hubiera encontrado un sustituto para su coche en cuestión de minutos.

Subió en el ascensor y pulsó el botón de la última planta para dirigirse directamente hacia el que era su antiguo despacho. Tom lo citó allí para darle ciertas indicaciones antes de marcharse de viaje de negocios o a ponerle los cuernos a su prometida, según como se mirara. No pensaba meterse en ese asunto porque a Lorenzo le beneficiaba en su plan en más de un aspecto. Así es que dejó de pensar en ello y salió del ascensor en la planta indicada.

La secretaría le sonrió tal y como solían hacerlo todas las mujeres antes de que él fuera pobre y se contuvo para no mostrar su desagrado. Entró en el despacho despidiéndose de la secretaria con un ademán de cabeza y se metió las manos en los bolsillos después de cerrar la puerta a su espalda. Tom ya estaba a punto de marcharse. Su maletín estaba cerrado y tenía todos los papeles bien recogidos y organizados sobre la mesa. Lo recibió con una de sus hipócritas sonrisas y lo empujó hacia su mesa para indicarle toda su labor. Escuchó por cortesía pero sabía muy bien cómo dirigir su propia empresa. Le parecía de muy mal gusto que ese tipejo estuviera allí enseñándole como hacer sus propios negocios cuando fue su aprendiz y estaba claro que le enseñó muy bien. Desgraciadamente para Tom, el maestro seguía siendo el mejor y lo iba a demostrar.

De repente se escucharon unos suaves golpes en la puerta y Tom dio su permiso para entrar.

- ¿Interrumpo algo?dijo una voz de mujer.

El Pordiosero y Su ÁngelWhere stories live. Discover now