Nieve, Carne y Noche

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Descansé por fin tumbado en aquel páramo, acunado por brazos, piernas y torsos helados de incontables hombres que yacían para mí.

Fui arropado por ceniza que caía sin prisa y teñía mi pelo. A saber desde que cuerpo calcinado viajaba solo para terminar convirtiendo lo que siempre fue oscuro y negro, en un blanco sedoso que se confundía con la nieve. El sueño era inevitable, la nana de huesos crujir adormecía el dolor y reconfortaba tanto como el canto dulce de la muerte a oídos de un anciano que exhala su último aliento.

Descansé entre los que ya descansan para sentirme comprendido, o más bien para comprender. No lo sé. Lo que si es cierto es que el frío gobernaba con un cetro certero e impasible, dictando un mandato sin quejas. Firme. Absoluto. Y bajo su custodia pude darme por vencido.

Noches de verano en primaveraWhere stories live. Discover now