Como un árbol arraigado al suelo, entregaré cuchillos al carnicero para seguir comiendo de sus manos, formando juntos una simbiosis por la supervivencia. Aún así, como un árbol arraigado a la lluvia, derramaré sangre para evitar que una gota de sabia caiga al suelo y se desperdicie. Las raíces tienen que mantenerse húmedas, pero no beben de cualquier charco. No se saciarán con lodo.
Y por ser árbol arraigado y firme, debo mantener las hojas en alto. Al caer la noche solo ellas habrán visto el sol, y solo el sol necesitan para vivir. Están tranquilas y las envidio por eso. Serenas porque saben que solo dejarán de ser ellas cuando los amaneceres se tornen oscuros y estrellados. Saben que eso no pasará, al menos no por ahora.
Por eso mismo debo ser un árbol arraigado a mí mismo, para nunca depender del jardinero o las heces de los animales. Simplemente del sol y la lluvia. Que ellos decidan cuando será mi final, y hasta entonces, vivir en autarquía con las hojas y las raíces.
Sin más jilgueros que rompan las ramas en las que se postran.
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Noches de verano en primavera
RandomPequeños textos en los que me expreso y reflexiono abusando del uso de figuras retóricas.