11.

116 10 1
                                    


La desilusión es parte del paquete.

Nunca pensé que dejaría restos de mis mocos en la camiseta que hacía ver más guapo a Jared de lo que ya era, pero eme aquí, tratando inútilmente de quitar los restos de ellos de su linda camisa con una tonta servilleta blanca que se ha roto por la fricción.

—Poppy, en serio, no hay problema. Déjalo así, quiero presumir mi buena acción del día.

Dice él deteniendo mi mano que estaba como máquina tratando de remediar mi pequeña punzada en el corazón, al ver semejante escena de mis padres minutos atrás.

—¡Esto es vergonzoso! —exclamó llevando mis manos a mi rostro y tratando de hundirme en la tierra y aparecer en otra dimensión.

—¿Para ti o para mí?

—Obviamente para mí, para ti debería ser asqueroso.

—Difiero de tus palabras Ponicyta, yo también he llorado y debo admitir que he dejado las almohadas de mi cama más sucias que esta camiseta. —habla él mirando su camiseta, de manera fresca y honesta. Me sorprende su sinceridad, y es cuando la curiosidad me ataca.

—¿Has llorado? —pregunto, como si ser mirona no fuera suficiente, ahora quiero ser portadora de chismes.

Vamos avanzando Poppy.

—Cómo todo el mundo, Ponicyta —admite él, obviando su respuesta.

Ruedo los ojos, porque ahora que lo analizó, la pregunta fue indubitablemente estúpida de sobre manera.

—No me explique bien, me refería a qué, ¿por qué has llorado?

Estábamos sentados en unos escalones en la parte trasera de la iglesia, yo con las rodillas dobladas tapandome con el resto de lo que sobraba de mi vestido beige y él sentado a un lado mío, con sus codos sobre sus rodillas, mirando hacia el sendero que se encontraba frente a nosotros. Su mirada se dirigió a mí de forma instantánea y sonrió.

—Eres curiosa, ¿eh?

Me avergonce, claro que lo hice. Pero si no seguía avergonzandome cada vez más frente a mi platónico, entonces no sería Poppy O'Neill. Así que me encogí de hombros sonriendo.

—Demasiado para tú desgracia, Berenjeno —solté haciéndolo sonreír de una manera que me pareció la manera más malditamente encantadora de todo el planeta.

¿Por qué era él tan guapo?

¿Por qué siempre que sonreía mi corazón hacia una danza brasileña?

Y, ¿por qué demonios quería gritar como una loca lo mucho que me gustaba estar a su lado y oler su colonia?

Creo que debería estar en un manicomio.

Jared relamio sus labios y pasó una mano por su mentón.

—Déjame recordar... —se lo pensó un rato— una vez lloré porque papá no quiso comprarme una guitarra eléctrica, dijo que eso era solo para chicos sin futuro alguno y vagos.

—¿Te gusta tocar?

—Me gusta la música, pero no sé tocar, jamás pude practicar porque papá lo desaprueba. —su voz se enronquecio un poco al decir aquello y sus ojos se perdieron por breves instantes.

Entonces supe que tenía que decir algo, yo ya había mojado su camiseta de mocos, ahora debería de animarlo.

—Nunca es tarde para alcanzar un sueño, Jared.

—¿Has tenido alguna vez un sueño que anhelas con ganas y de pronto te lo arrebatan? —niego. A pesar de todo, mis padres siempre nos han apoyado en todo a mis hermanos y a mí— es horrible Ponicyta, se siente como caer de una nube sin paracaídas y golpearse en la jeta tan fuerte, que te da vergüenza mirar al frente a las personas.

Poppy y el pack de Jared.Where stories live. Discover now