Capítulo 16

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Ése día era el último día de la semana con una prueba programada.

Ya estaba preparado para bajar a desayunar, cuando Flia se me acercó.

— Ficseto —dijo— Quiero disculparme, por lo de ayer —levantó las manos hasta donde era el borde de su pecho— Juro que no quería desaparecer así —tartamudeó.

— No te tienes que disculpar —le dije— Lo hiciste por algo, y nos ayudaste con eso.

» Anda —le tomé la espalda—. Bajemos.

Cuando llegamos a la mesa, nos dimos cuenta de que faltaban Cetta y Lored.

— ¿De nuevo llegando tarde? —pregunté.

— Pues... —contestó Lífsero.

Y como la última vez llegaron unos segundos de que la puerta se cerrara. Llegaron hasta la mesa casi cayéndose.

— ¿Qué les pasó? —pregunté cuando los vi agitados, despeinados y en piyama.

—P ues lo mismo de la última vez —contestó Cetta y le dio un codazo a Lored.

— Fue exactamente lo mismo.

— ¿De nuevo te caíste y todo? —pregunté.

— Bueno... —dijo Cetta agitando las manos— No digamos que hubo caídas, ni esta ni la vez anterior.

— Pero sí hubo mucha agitación...— comenzó Lored.

—...Esta, y la vez anterior —terminó Cetta.

Los miré, serio.

— Ya no quiero saber más.

Ellos rieron chocaron los puños, como lo hacían cada que algo les salía bien. E incomodarme les salió bien.

— ¿Creen que Sonos algún día nos vuelva a hablar? —preguntó Lífsero.

Giré mi cabeza para verlo, y me di cuenta de que él también nos veía. Fruncí el ceño y le hice un ademan con la cabeza para saludarlo, pero él me volteó la mirada.

— Lo dudo.

Suspiramos todos al mismo tiempo. Nos dimos cuenta de eso dos segundos después, nos volteamos a mirar y reímos juntos.

— Tal vez debamos disculparnos, ¿no creen? —sugirió Cetta.

— Es el comentario más maduro que has dicho a lo largo de tu vida, Perseto —se burló Lored.

— Hay más madurez dentro de mí, pero mi muñeco de peluche dice que no es buena idea que salga.

Reímos al mismo tiempo. Excepto Lored.

Luego nos miró extrañado a cada uno mientras reíamos.

— De verdad tiene un muñeco de peluche —dijo de la forma más sería que podía.

— ¡Se supone que era un secreto! —gritó la broma—. Pero como sea, sí debemos disculparnos.

— Pero no podemos decir porqué —dije.

— No, pero debemos dejar eso en claro también.

— Pues hagámoslo —dijo Lífsero.

Nadie se puso de pie.

— Déjanos terminar de comer primero.

Después de que terminamos de comer, de que Cetta por fin decidiera que era buen momento para ponerse de pie, y de que Sonos se quedara sólo, fuimos directo a él para ofrecer disculpas.

Los Combates de Astéri [La Trilogía de las Estrellas 1]Where stories live. Discover now