Capítulo 18

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Proteo había convocado a otra junta para advertirnos que las pruebas a partir de ese lunes serían completamente más complicadas y podríamos morir como el miércoles anterior. También ofreció a varios salir, pero a comparación de la última vez, a nadie le pareció buena idea, y las veinte estrellas seguíamos en pie.

La primera prueba difícil era de telepatía, y, aunque se suponía que esas eran las fáciles, todos quedamos más agotados que cuando viajamos a la tierra.

La segunda sería de telequinesis.

Cada uno de nosotros estaba muy nervioso por lo que podría pasar ese día. Flia nos dijo que sabía qué pruebas vendrían, pero cuando Proteo dio la orden de cambiarlas ya no teníamos idea de lo que nos esperaba. Era como antes.

Teníamos que esperar a que la prueba llegara. Flia pudo haberse arriesgado mucho en conseguir esa información, pero ahora que las cosas habían cambiado ese esfuerzo ya no servía para nada. Había sido desperdiciado.

Sentí mucho frio mientras despertaba. Tomé la cobija y me la puse sobre el cuerpo.

— Tienes que levantarte, Ficseto —me regañó Flia.

— No quiero —gruñí—. Hace frio.

— Si estuvieras de pie, ya no tendrías frio.

— ¿Cómo lo sabes? —Pregunté bromeando—. ¿Eres experta en el frio de las estrellas?

— No —contestó—. Pero sí en el horario de La Planta... Que por cierto estás a punto de no cumplir.

Miré el temporizador que puse en el buró. Eran las seis treinta y cinco. Me quedaban sólo cinco minutos para arreglar mi cama. Así que comencé. No quería perder tiempo. Una sanción de Kano ahora sería muy dura.

Bajé al baño. Abrí la regadera. Tenía miedo de que el murgo volviera a estar ahí. Proteo dijo que lo habían sacado, pero cada que me bañaba sentía que volvería a aparecer. De verdad que ver un extraño animal dentro de tu cuerpo no era nada que le desearía a nadie.

No sabía ni siquiera qué era o para qué servía, ni siquiera sabía si de verdad ya no estaba ahí.

Después, me cepillé los dientes y me peine. Salí del baño con la toalla atada a la cintura. Flia, que estaba sentada en su cama, bajó la mirada al verme. No sería la primera vez que me viera desnudo, por eso no me preocupé. Pero Flia siempre era Flia. Era la gali que tenía todo planeado. La que siempre era simple y sonreía. Y pudorosa. Muy pudorosa. Como las galis antiguas.

Cuando llegué arriaba, tomé la ropa sucia y la arrojé por el ducto. Me encantaba ese ducto. Sólo lanzaba mi ropa sucia, y por la tarde estaba en mi cama, limpia, doblada, y si tenía suerte, planchada.

Me puse ropa limpia, esta vez no eran jeans, sino que me puse unos shorts que no había visto en un buen rato. Y me puse una camiseta verde cualquiera.

Flia y yo bajamos a la sala principal. Al entrar en el elevador nos encontramos con Sonos y Draco.

— ¿Cómo están, compañeros? —preguntó Draco con su porte de siempre.

— Muy bien —contestó Flia— gracias.

— Me alegro —respondió él.

— Hola, Sonos —saludé.

Sonos no me dirigió la palabra. Sólo me hizo un gesto con la cabeza simulando un saludo. Pero giró la mirada en cuanto lo terminó. Él estaba, o muy enojado, o muy resentido, pero lo que sea que estuviese, tenía claro que no quería hablar con nosotros.

Cuando llegamos a la mesa, Lored y Cetta estaban ahí. Estaban ya comiendo. Nos sentamos junto a ellos y saludamos.

— Creí que llegarían tarde —comenté a Cetta.

Los Combates de Astéri [La Trilogía de las Estrellas 1]Where stories live. Discover now