Presagio.

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Sentados frente a frente en la cocina, en medio de la soledad del bunker. Parecían niños jugando a quien parpadeaba primero. Eran entretenido solo mirarse y concentrarse en los latidos de sus corazones. Pasando de la paz a la euforia de un momento a otro.

- Te odio. – Dijo finalmente Lucifer, pegando su frente a la orilla de la mesa.

- Quieres, pero no puedes. – Corrigió el ángel.

El también había intentado repetirse una y otra vez que solo podía sentir odio por alguien así, pero era una grandísima mentira. Ya no quedaba nada en ellos de esos sentimientos de rechazo.

- Aun así eres horrible. – Chilló el rubio, su voz siendo aplacada por su posición. – Debí haberme enamorado de alguien que al menos tenga más de dos expresiones.

- Sigue intentando. – Alentó con desgano. – También probé con buscar lo peor de ti y no funciono.

Lucifer elevó su rostro, con una expresión de enojo muy infantil.

- ¿Qué se supone que vamos a hacer con esto? Comprar una casa, adoptar un perro y traernos a Jack. – Ridiculizó.

Aunque pensándolo e imaginándolo a detalle, la broma no sonaba nada mal. Podían mudarse cerca del bunker por si las dudas, a Jack le gustaban los perros y quizás podrían tener un niño más... ¡MIERDA!

- Me voy a buscar una puta. – Se levantó decidido Satanás.

- Ya intente eso también. – Bufó cansado el menor.

- ¡¿Qué tu qué?! – Grito indignado. - ¡¿Cómo pudiste cambiarme por una mujerzuela?!

Sip, los celos tampoco eran fáciles de manejar.



Habían devuelto a Rowena a su casa, sabiendo que no existía una solución que la bruja pudiese darles, pero aun así seguiría buscando. De vuelta al bunker, el tema de siempre rondaba. Jack miraba de un lado a otro en el asiento de atrás, como presenciando un partido de tenis.

- Te lo digo en serio, matar a Lucifer no es una opción. – Objetó Sam. – No sabemos qué nivel de depresión sufra Cas después de eso.

- ¿Entonces qué? Le regalamos una tostadora para su boda y ya. – Ironizó el hermano mayor.

- Creo... lo más adecuado seria guiarlos. – Expuso el menor. – Ya sabes, como cuando eres adolescente.

- ¿Quieres que les demos "la charla" o qué?

- Creo que tienen clara esa parte. – Recordó los sucesos de la noche anterior. – Habló más de guiarlos en el amor, para que no cometan una locura. Ellos no saben nada de sentimientos, Dean.

- ¿Y nosotros sí?

Silencio. Era un buen punto a tratar, pero al menos sabían más que el par de ángeles.

- Es eso o esperar a que hagan la gran "Romeo y Julieta" y terminen muertos.



Como si Sam aun predijese el futuro, la escena que encontraron al volver fue de acuerdo a sus palabras. Lucifer mantenía al ángel contra la mesa del mapa, ambos sujetando la espada de ángel en una pelea que, desde el punto de vista de los Winchester, se veía infantil.

- ¡Déjame!

- ¡Suéltame tu primero!

Los recién llegados tardaron unos minutos en decidir si intervenir o no, pero lo hicieron. Sam tiró de Lucifer hacia atrás y Dean se interpuso entre él y Castiel.

- ¡¿Qué está pasando aquí?!

- ¡Intento matarme! – Acusó el morocho.

- ¡No para de amargarme! – Reclamó el arcángel. - ¡Y me cambio por una mujerzuela! 

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