Pudor

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Habían peleado hasta que Lucifer se durmió, pero eso no significaría que no se acurrucaría contra el ángel. Cas acariciaba su cabello, sopesando este cumulo de emociones que se agolpaban por un protagonismo. Su cerebro le decía que se mantuviese alejado del arcángel, pero su corazón pedía la cercanía constante.

A veces pensaba que terminaría muerto una vez más por seguir con esta tontería, pero otra parte de sí apostaba sin importarle los riesgos a este movimiento. Siempre dividido en dos.

Lucifer le sorprendió con un beso a la altura de su corazón, para luego acomodarse frente a frente. En cuanto comenzaron a profundizarse con besos, Cas supo lo que seguía, y no tenía nada en contra de ello.



Al día siguiente, Satán desayuno en medio del grupo como cualquier otro. Devorando lo que no había comido en días, no se dio cuenta de las miradas. Castiel mantenía sus ojos azules analizando cada pequeña línea del perfil de Lucifer, memorizándolo.

Pero, en cambio, lo Winchester tenían su vista fija en las manos entrelazadas de los ángeles. Sobre la mesa y sin pudor alguno, no se habían soltado de ese enlace desde que dieron los "buenos días".

- Entonces, - Interrumpió su desayuno el arcángel. - ¿Oficialmente estoy en su grupo de cazafantasmas?

- Solo por hoy. – Corrigió Dean.

No había mucha más opción que cargar con Lucifer, porque dejarlo con el ángel terminaría en algo grave muy pronto.

Pero lo asombroso en todo el día, fue que mantuvieron sus manos entrelazadas. En medio de peleas o de algo de acción, sus manos seguían unidas. Además, notaron esa nueva tranquilidad que irradiaba el ángel, sabiendo que el rubio estaba con ellos. Y Castiel era como una restricción para el arcángel, manteniendo también la tranquilidad de los hermanos.

Puede que antes su lazo fuese lo suficientemente débil para que el odio y resentimiento que sentían el uno por el otro tiempo atrás fungiera de rechazó, provocando el miedo en Cas y la furia en Lucifer. Pero el reciente lazo era mucho más fuerte y formado tan de pronto que no había tiempo para los recuerdos. El morocho se la pasaba debatiéndose entre lo que debía hacer, pero siempre terminaba cediendo a sus instintos. Si antes esto era algo inseparable, ahora era incontrolable.

De vuelta a casa, viajando en la oscura noche, Cas estaba al medio de dos dormidos rubios recostados en sus hombros. En medio de la razón de su vida y la revolución en ella.

- Tengo hambre. – Dijeron al unísono Lucifer y su hijo, entre la lucidez y el sueño profundo.

La risa suave de los otros tres en el auto le acompaño.    

Incontrolable.Where stories live. Discover now