IV

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El sol ya se había puesto.

Luis había entrado con una sonrisa al ascensor. Esa noche llevaba una camisa blanca de algodón, pantalones negros, y una chaqueta de color negro. El enojo hacia su mejor amigo había durado tan poco, que se encontró riendo de la situación, por alguna razón, algo le había hecho entrar de buen humor.

Las puertas se abrieron, y gracias a que su mirada se encontraba en el suelo, lo primero que dislumbró fueron unas zapatillas negras. Casi por intuición se vio obligado a levantar la mirada.

Valeria.

Con otro vestido, ¡Es que ella solo usaba vestidos!

Al verlo, ella arrugó el entrecejo, y él, ante la urgencia y el presentimiento de que las puertas se cerraran, dijo:

—¿Vas a entrar o no?

—Este lugar es tan grande, no entiendo como siempre tengo que cruzarme contigo —dijo justo cuando las puertas se cerraban. Él no le respondió, ni le regresó la mirada, ya que la veía en el espejo del ascensor.

—¿A dónde irás? —le preguntó con una sonrisa serena, es que él estaba sonriendo.

—¿Te importa?

Luis repasó su mirada a su indumentaria, coqueteandole burlesco, se centró en su redondeado trasero como si la estuviera evaluando. Él solo quería demostrar aquello que empezaba a creer fielmente, pero Valeria se vio incómoda.

—Ni se te ocurra ir con Gabriel, yo saldré con él —dijo finalizando el chequeo, volteando a verla mediante el espejo.

—No veré a Gabriel, no después de esa estúpida broma. 

—¿Sigues enojada por eso?

—¿Tú no? —él negó.

—No es para tanto —hubo un silencio, pero Luis carraspeó empezando hacer una voz poco natural y hasta fatua—. Respecto al beso, ni te emociones, no significó nada.

Valeria le vio asqueada con burla, pero luego empezó a reír con gracia.

—Es tierno que digas que lo olvide, porque parece que tú nunca lo olvidarás.

—Ya lo olvidé, olvídalo tú.

—Yo no fui quien lo mencionó.

Valeria contuvo su sonrisa triunfal. Lo había puesto en su lugar. Se encontraba por primera vez orgullosa de sí misma.

—Al menos yo si te besé bien, no como ese besito de dos segundos que te dio el imbécil ese en la premiación —pero él parecía no callarse.

—Sebastián no es exhibicionista.

—Si no lo fuera, entonces no te hubiera pedido ser su novia enfrente de todos. Ese imbécil no se puede guardar nada, todo lo tiene que hacer público. Y tú, piensa antes de hablar, no seas tan idiota como tu noviecito.

Ella dejó salir un bufido ofendido de su boca. —Bueno, además ¿Qué? Tu besito ese ni siquiera me gustó.

—Eso dices ahora, pero cuando te besé seguro pensabas otra cosa.

Valeria agarró su chaqueta de cuero, y haciéndolo chocar suavemente contra una de las paredes de metal, lo encaró furiosa. 

—¿Qué, me vas a matar por decirte la verdad? Te gustó —dijo mientras le sonreía y le veía los labios con cierto apetito.

—Yo puedo besar mucho mejor que tú —le rozó los labios, viéndose presa del delirio que le traían.

—Lo hubieras demostrado cuando te besé, porque no lo volveré hacer.

Arrebol del Atardecer #1Where stories live. Discover now