XIV

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Luis caminaba tapado con su suéter que ya se había vuelto familiar. En su mente sólo pasaba el mismo escenario, ese donde Sebastián aprovechó de terminar de deshacer su imágen ante el público que los admiraba, sin ningún remordimiento en el futuro. Luis sabía que nunca escucharía un perdón de su boca, sólo lo oiría despotricar cuando su Valeria no estuviese cerca, porque estaba seguro de que no se atrevía a decirle todas esas sandeces enfrente de ella, era un maldito doble cara que nunca pediría perdón, un rufián que le arrebató la buena imagen que tenía, pero él sin querer le quitó lo que nunca llegó a conseguir. El amor furibundo de Valeria.

Se airaba, sí, se airaba de sólo pensar que ese idiota tambien poseía la fortuna de besar a aquella mujer. Deseaba, en torva, deseaba poder ir a decile que ya había ganado, que ella lo quería a él y que él nunca iba a poder conseguir lo que él ya había conseguido. Había conseguido toda esa fortuna que le podían dar sólo esos ojos, esa atención y esos murmullos que hacían que sus ojos se dilataran.

Si hace años le hubiesen dicho que tendría toda la fortuna de Sebastián Villalobos, se reiría y dichoso le pagaría a ese bufón informante de esa vacilación momentánea.

Pero esa era la verdad, él ya había ganado y Villalobos todavía no lo sabía.

Trepó hábil a la ventana fastuosa de su amante, recibiéndolo con la espantosa sorpresa de que alguien más se le había adelantado y estaba con Valeria en aquellas sábanas que ya había marcado como suyas.

—¡Valeria! —En torva se apresuró a entrar para encarar a Villalobos, encontrandose con la sorpresa de que no era él, era su mejor amigo Gabriel.

Escuchó un trueno caer cerca mientras llovía, eso lo despertó de la pesadilla.

Todo fue una pesadilla, solo fue una pesadilla.

Su memoria lo golpeó, trayendo los verdaderos recuerdos e inundandolo de la realidad que el sueño le había quitado. Valeria dormía, estaba seguro de eso porque el cielo le decía que era de madrugada, antes de medianoche él había regresado a casa sin avisar, consciente de que su amante entristecería al ver que él ya no estaba a su lado. Él, regresó con la responsabilidad de encontrarse con Gabriel temprano en su casa, como le había pedido él mediante un mensaje de texto.

Él volvió a dormir.

☁︎☁︎☁︎

9:00 A.M.

—Ni cuenta me di que se fue —hizo una mueca de tristeza al enterarse.

Tomó el celular con esperanzas de un mensaje excusándose, pero no había nada.

Soltando el aire de sus pulmones, se acostó quéjica en su cama. El timbre hizo que se despertara otra vez, había de nuevo un florista en la entrada.

Luis, era Luis.

"Perdón por irme así, preciosa, pero Gabriel me mandó un mensaje que vendría temprano y como seguías dormida no quise levantarte."

Sonrió después de ver la nota.

—Y ¿Esas flores? —ni cuenta se dio de que Sebastián estaba en la puerta.

—Eh... —arrugó la nota por detrás de su espalda—. Mi hermano —fue lo primero que se le ocurrió—. Mi hermano me dijo que las encargara, al rato viene por ellas.

—Eh... —levantó una ceja.

—¡Hey, hermanita! —la voz de su hermano tomó la atención de los dos.

《Dios, cuando te pido que me ayudes, en verdad no lo pido de esta manera.》 Pensó.

—¿Viste? Te dije que mi hermano vendría por ellas —dijo después de azorarse por unos segundos.

Arrebol del Atardecer #1Where stories live. Discover now