Arrebol de Un Nuevo Amanecer

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El rostro de Sebastián se encontró parcialmente bañado de sangre mientras los policías transitaban por toda la casa de su mujer. Se mostró movimiento por todos lados, pero en el sillón donde él permanecía con una actitud taciturna, con la mirada perdida y que recarcada por el conocimiento de presenciar la verdad, su boca decidió callar.

Valeria estaba muerta, y en el rostro de Sebastián solo se podía reflejar el espanto de aquel crimen que sus ojos estaban dispuestos a callar.

Porque él sabía que claramente era su culpa.

—No se preocupe, señor —le dijo el jefe de policía con total disposición y con fiel complicidad—. El arma ha sido limpiada y será descartada como evidencia, no habrá registro de tal; y la escena del crimen ya ha sido alterada a conveniencia de su testimonio, que es el único. No se preocupe, lo que en verdad ocurrió esta tarde, depende del testimonio que usted invente a la prensa, por lo demás, le respaldará sin problemas.

—¿Nadie lo sabrá?

—Nadie.

—Gracias, no dude que se le será económicamente recompensado.

—Sí, señor, paso a retirarme.

Sebastián limpió su rostro con una suave franela decorativa de la sala, lágrimas se camuflaron fácilmente con la sangre de su rostro; y al encontrarse perdido, se dedicó a llorar un poco.

Encontraría consuelo en su pequeño hijo, él lo supo en cuánto lo tuvo nuevamente en brazos, encontrandolo tan divinamente inocente, alejado de su miseria.

Era increíble como un ser como Thomás se encontrara fuera de la desdicha del alma de sus padres.

—Hola, Thomás —le dijo con toda la ternura que podía tenerle—. No te preocupes por nada, campeón; prometo que todo estará bien.

Yo me encargaré de que tengamos un nuevo comienzo...

Arrebol del Atardecer #1Where stories live. Discover now