V

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¡Qué desgraciados eran los hombres!

—Es la amiga de Gabriel —había dicho.

La amiga a la que había besado, pero no le convenía la verdad.

¿Pero por qué estaba enojada? Si ellos no eran nada, ni siquiera eran amigos. Los celos eran los verdaderos traicioneros, ni siquiera eran algo y ya estaba enojada.

Ridícula, eso era lo que era. Estaban peleando, ¡por supuesto! había recordado con un sabor ácido en el paladar. Él quería demostrar que ella se moría por él, y él lo había conseguido, había ganado, ella se había dejado llevar, era tan tonta.

Imbécil ese, tan egocéntrico y guapo ¡Cómo lo amaba!

Pero eso no quería decir que lo perdonaba ¡Cómo! ¿Perdonarle? ¡Tiene novia! Es de ella, Valeria había llegado demasiado tarde.

Y por eso estaba llorando.

—Buenas, buenas —Gabriel la había sorprendido por la espalda, se encontraba sentada en la arena, a la sombra de una palmera. Oh, aquel tono tan alegre que él había empleado, sin saber que Valeria estaba de luto—. ¿Cómo te encuentras?

—Bien.

Mentirosa. 

—Quería pedirte perdón por lo de la bro...

—Ya no importa —lo interrumpió con un movimiento de muñeca, restandole importancia.

Era cómico aquel aire liberado que Gabriel había soltado. "Estoy salvado" se había dicho. Luis había sido muy cruel.

—¿Has visto a Luis? Necesito hablar con él.

—Está con su novia —ella respondió secamente.

—¿Cómo? ¿Su novia? —Valeria asintió con tristeza, Gabriel empezó a compartirla, pero en él era más enojo que consternación.

Maldito infeliz.

—¡Trajo a su novia!

—No lo creo, tal parece que ella vino sin avisarle.

—¿Sabes a donde está ahora? —respondió sin haberle prestado atención.

—La última vez que lo vi estaba en la entrada del hotel.

Ni siquiera se despidió de ella, él solo se giró y se alejó. Valeria lo siguió, pero se arrepintió de haberlo hecho cuando vio a Luis besándose con ella.

Huyó.

Gabriel carraspeó delante de él, haciéndolo voltear. —Necesitamos hablar.

Luis no respondió.

Valeria había llorado como una niña en cuanto su cabeza cayó en la almohada. Había perdido el tiempo, lo único que sabía era la pena en la que estaba.

Había dormido tanto que la pesadez había llegado a su cuerpo, pero al menos al dormir se olvidaba de él, así que decidió continuar durmiendo.

—¿Bueno? —contestó el celular levantando la cabeza de la cama para poder hablar, su voz hacía la ilusión de delatarla enferma.

—Vale, soy Gabriel. ¿Dónde estás? No te he visto en todo el día —se escuchó por el audio de la llamada.

—Estoy en cama.

—¿Estás bien? ¿Te sientes mal? ¿Te enfermaste?

—Sí... No quiero salir.

—¿Segura que te sientes muy mal? Si quieres te puedo llevar algo.

—Estoy bien Gabo, gracias.

—Bueno, si quieres te llamo después para que puedas dormir.

Gracias, ahora su cuerpo puede continuar muriendo.

Arrebol del Atardecer #1Where stories live. Discover now