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Valeria se levantó de madrugada. Somnolienta notó que Luis seguía ahí, le estaba abrazando mientras seguía profundamente dormido, pero ella, al estar cansada, solo siguió durmiendo sin cavilar en la situación.

Cuando volvió a despertar, él estaba reparando su puerta.

—¿Qué haces? —le dijo confundida, escuchándose todavía somnolienta.

—Buenos días —cantureó al oírla, mientras terminaba su trabajo—. Es que vi la puerta medio puesta, así que fui a donde el vecino para pedirle prestado unas herramientas para arreglarla.

Ella tomó la liga que se encontraba en su muñeca y se amarró el cabello. —Gracias, pero no era necesario.

—Descuida, ya terminé —dijo moviendo la puerta comprobando su utilidad—. Quise ir al baño y vi que no tenías agua...

—¿También arreglaste el baño?

—Sí, no era nada grave. ¿Vamos a desayunar?

Ella lo observó con extrañez, pero aceptó ya que tenía hambre.

—Solo déjame cambiarme.

Luis respetuoso salió de la habitación. Ella, aún con desconfianza, entró a su baño para comprobar todo lo que él había hecho. Al abrir la llave del agua, se sorprendió al ver que sí había. Curiosa, se agachó para revisar las tuberías.

—¿Qué tanto hizo? —se encontró hablando en vez de pensar.

—Cambié un empaque —Valeria respingó golpeandose con el lavabo, luego volteó a verlo—. No sabía que hablabas sola.

—No hablo sola, pienso en alto —justificó mitigando su dolor.

Ella comenzó a lavarse los dientes mientras Luis la esperaba en la puerta. Al terminar, ella intentó salir, pero él la detuvo cruzándose en su camino.

Suspiró y luego le dio un beso como soborno. —Ya, apartate, por favor.

Al salir de la habitación, Valeria comenzó a bajar mientras Luis la seguía hasta a la cocina.

—¿Qué pasó aquí? —dijo levantando la salsa y aguantando la risa—. Antes pensaba que eras un desastre, pero no pensé tener razón.

—Ayer no fue mi día ¿Sí? —dijo ella, tomando un trapo para limpiar.

—Te ayudo.

—Ya me ayudaste bastante con la puerta y el baño, déjame al menos limpiar ¿Quieres?

Al terminar de limpiar, se adentró más a la cocina para poder preparar algo rápido y ligero.

—Tienes salsa aquí... —él le limpió su camisa con un dedo.

—Ya ni para limpiar sirvo —se quejó sentándose.

—Pues el desayuno no está tan mal —le sonrió intentando animarla—. Es comestible por lo menos —dijo riendo mientras Valeria le pegaba—. Bromeaba.

—Aunque no te gustara no me puedes pedir gustos porque yo no te pedí que te quedaras.

—Pero sí querías que lo hiciera.

—Claro que no, te insistí a que te fueras.

—¿No me extrañaste ni un poquito?

—Tal vez un poquito —le respondió restándole importancia sin verlo, después le regresó la mirada, notando que él la veía pensativo.

—Oye, perdón por el malentendido —por fin habló—. Fue una confusión, yo estaba cansado porque Gabriel quiso que lo acompañara todo el día, y yo solo llegué a la habitación a dormir. Cuando llegué, Norma estaba ahí sin pantalones con una de mis camisas...

Arrebol del Atardecer #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora