XVII

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Sebastián abrazó a Valeria mientras ella se veía en el espejo de su vieja habitación.

—Se ve tan preciosa —le había dicho, luego besó su mejilla.

—Ey, ya —el tono de su papá asomándose en la puerta, hizo que Sebastián se alejara.

—¡Ay qué estrés! dejelos —su mamá se rio acercándose—. Se ve hermosa, mamita.

—Usted también.

—Gracias —respondió bajo—. Deberíamos ya irnos, queda algo lejos el lugar y no quiero llegar tarde.

Su padre había manejado con su madre en el copiloto. Atrás, estuvieron Sebastián y Valeria. En todo el recorrido no hablaron nada, pero no estaban distantes, Sebastián había tomado la mano de Valeria en todo el camino.

Cuando llegaron, el lugar estaba lleno de personas. El tiempo transcurrió rápido, su hermano se había casado y su familia estuvo feliz de verlo comprometido y alegre de la mano de su esposa. La escena de la Iglesia había concluido sin ningún tipo de tropiezos, animados, festejaron a los novios en un salón lleno de invitados.

—¿Vio que afuera hay un laberinto? —Sebastián enchinó sus ojos mientras engrandecía su sonrisa,  estaba emocionado.

—Ni se te ocurra, te vas a perder.

—No lo haré, no soy un bobo —Valeria sonrió al escucharlo, veía su actitud de niño emocionado—. Me voy a tomar algunas selfies en la entrada del laberinto ¿Quiere venir?

—Mejor te espero aquí —Sebastián juntó los hombros sin tomarle mucha importancia, luego se marchó emocionado.

Ella decidió ver a todas las personas bailando en el salón. Todos vestían de gala, las chicas se veían impecables con sus parejas, pero ella no estaba desanimada, todo estaba perfecto en ella, la música suave calmaba sus pensamientos.

Pero la tormenta había llegado, la felicidad de Valeria se vio interrumpida.

—¿Romero? —había escuchado una voz presumida, por inercia había volteado a ver, pero inmediatamente apartó la mirada.

—No.

—¿Se cambió el apellido? —dijo con sorna.

—Déjame en paz —cruzó sus brazos sin voltear a verlo.

—Desde que se "hizo famosa" se cre' la gran cosa —dijo irritado mientras se sentaba al lado de Valeria.

Ella apretó sus manos por debajo de la mesa. —Solo vete —dijo rezongando.

—Cuando estabas en mi cama no tenías ese humor.

—No sé lo que pensaba cuando estaba en tu cama, tuve que ver que tenías a una zorra de repuesto para darme cuenta lo idiota que estaba —dijo con un tono bajo.

—Tienes razón —rio entre susurros—. No me faltó con una zorra, por eso tenía dos.

—Julián, vete por favor —dijo cerrando los ojos, intentó disipar su enojo. Él acarició su mejilla.

—¿Ya no quieres verme? —dijo en un tono cínico, después llevó una de sus manos a la pierna de Valeria, ella se intimidó con su toque —podríamos recordar viejos tiempos —dijo susurrandole cerca del oído— ¿mmm? —Valeria estaba asqueada.

Escucharon a alguien carraspear, Valeria vio una mano apretar fuertemente el hombro de Julián, levantó la mirada: era Sebastián.

—No te atrevas a tocarla —dijo entre dientes.

—Si quiero la toco, un afeminado no me da miedo —se levantó, eran de la misma estatura.

—Mira machito, estoy hablando enserio, la tocas y te mando al hospital.

Arrebol del Atardecer #1Where stories live. Discover now