19. Dura sentencia

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-¡QUIERO SALIR, quiero salir!- Repetía por milésima vez para encrespar al guarda (más todavía).

-¿Te quieres callar de una puñetera vez niño?

-Es que tengo hambreeeee...- Decía como un niño pequeño por detrás de la puerta metálica.

-Pues te jodes, que no soy tu niñera. A parte de que te hemos dado el desayuno hace diez minutos.

-Ah, entonces como no eres mi niñera no tengo porqué hacerte caso. A parte que el desayuno no era ni ración cachorro,  eso se lo das a un feto y se queda con hambre. ¡Quiero salir, quiero salir!- Pude ver como el hombre se tapaba las orejas.- ¡Quiero salir, quie... Ah!

Mi lengua se raspó fuertemente con uno de mis dientes, tanto que me hice hasta una herida.

-Oye huelo a sangre, no te autolesiones por estar encerrado.

-Ja, antes lo terminas haciendo tú en vez de yo solo por no dejarte en paz.

Me senté en lo que parecía ser una cama, y lo decía así porque eso se asemejaba más a una plancha de madera en lugar de a un colchón. Con mis dedos busqué el causante de aquel raspón, me faltaba un trozo de colmillo y a buenas horas me daba yo cuenta, seguramente fue por culpa de la pelea con Dana. El otro desencadenante podía ser también las piedras que me daban para comer y que decían que eran jamón.

También por culpa de mi hermana tenía una cicatriz que me recorría media mejilla y algunas más por el resto del cuerpo, parecía que me había atropellado un monster truck con pinchos en las ruedas.

-Terry- Esa voz al fondo del pasillo era David, el Alfa de la manada que me capturó.-. El tribunal ya ha tomado una decisión.- Su voz era totalmente seria monótona.

-¿Que? ¡¿Pero no decías que me habían dado la opción de escoger?!- Di un puñetazo a la puerta aboyándola y causándome sangre en los nudillos.

Saqué mi media transformación por culpa de la ira y le miré a los ojos mientras me hervía la sangre.

-Has tardado demasiado en dar una respuesta, además de que todos tus actos indican que volverías a hacerlo sin duda alguna.

Hacía ya unas dos semana él me vino diciendo que el juez me dio la oportunidad de poder elegir, pero con condiciones. Morir o estar en ese zulo de porvida, y no quería ninguna de las dos cosas, por eso aún no me había decidido. 

-¡¡Pero me dijiste que consultarías si podía salir aunque fuese de vez en cuando, mentiroso de mierda!!- Agarré los dos pequeños barrotes de la pequeña ventana de la puerta y empecé a tirar de ellos con fuerza, para calmarme y para ver si podía salir de ahí.- ¡¡¡Sácame de aquí, sácame ya!!!

Me dio la espalda y lentamente se fue por dónde vino.

-Piensa... piensa que querrás para tu última comida...- Atravesó la puerta dejándome con la palabra en la boca.

-¡¡Vuelve!!... ¡Vuelve!... Vuelve, por favor...

Una de mis formas de pensar era que llorar era de débiles, pero en ese caso podía permitirme contradecirme. No todos los días se condena a un chaval de catorce años a la pena de muerte.

Me quedé sollozando detrás de aquella puerta de más de cinco centímetros de grosor durante el resto del día. No me quería morir, incluso si David no hubiera conseguido que me diesen permiso para poder ir al exterior hubiera aceptado vivir en aquella jaula, pues sabía que si me portaba bien podía tener la libertad condicional en menos de diez años y me habría acostumbrado a no matar quisiera o no, y aún así tendría toda la vida aún por delante con veinticuatro años, pero ahora... Ahora no había futuro que valiese.

Querida Alfa [COMPLETO] {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora