20. Últimos recuerdos

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-TERRY, despierta.- Ya estaba despierto pero no quería salir de la cama. Eran las cuatro y media de la mañana y David ya me estaba jodiendo, por el amor de Dios, muchas veces me iba a dormir a esa hora.- Vamos sé que estás despierto.

-Agh, que sepas que voy a estar de mal humor mi último día por tu culpa... Además ¿que coño haces aquí dentro? Se supone que soy un ser peligroso.

-Lo sabemos, pero también tenemos en cuenta de que como hoy es tu último día serás más sumiso.

-Un poco de respeto eh, que aún tengo mis derechos, no me trates como si fuera un animal por el solo hecho de que me vais a asesinar...- Dije intentando tomármelo con humor, aunque la verdad fuese todo lo contrario.

-Okey okey, lo pillo. Normalmente cuando es condenado a muerte, se le deja ver a su familia y hacer algunas llamas de despedida.

-Pues podrías haberme despertado después. No tengo familia y mucho menos a quien llamar, no tengo ni teléfono.- Me crucé de brazos rodando los ojos.

-¿Y tu hermana?- Me reí.

-¿Hermana? ¿Qué hermana?- David gruñó.

-Como quieras, así tendrás mas tiempo para escribir.- Salió de la celda unos segundos viniendo con hojas y un bolígrafo.

-¿Que? ¿En serio te piensas que voy a escribir? Voy a hacer avioncitos de papel y a tirar volitas cuando salgas de aquí.

-Mira, haz lo que quieras, yo te dejo esto aquí.- Se quedó de espaldas a mí en el marco de la puerta.- Aprovecha para decir que quieres comer por última vez, serás ejecutado con una inyección letal.

Tan pronto como me había despertado se fue.

Me senté al lado de la pequeña mesa de mala calidad que había ahí y empecé a pesar. Todo aquello parecía surrealista. Estaba en una habitación con un rayo de luz de luna, sentado en un colchón de piedra en frente de una tonelada de papeles pensando en que podía pedir para comer porque hoy me matarían con una inyección. Ni que esto fuese un puñetero libro, no lo leería ni el escritor.

Estuve barajando las opciones de hamburguesa, filete, entrecot... Al final me decanté con un filete de ternera patatas grandes y acompañados de salsa barbacoa y agua. El solo hecho de pensarlo se me hacía la boca agua. No solo sería mi última comida, sino también la mejor y iba a disfrutarla.

-Ché,- Llamé al guarda.- dale esto a David.- Me miró de mala gana.- ¿Por favor?

-Ahora voy.-Gruñó y abandonó la estancia.

A partir de esa hora, después de que volvía de nuevo el guarda, me la pasé haciendo aviones de papel para olvidarme un poco de todo, en el fondo seguía siendo un niño de catorce años inmaduro. Debía admitir que había hecho un click en mi forma de pensar, y me jodía mucho que eso no hubiera pasado mucho antes.

Toda mi vida me la pasé solo, y cuando voy y tengo la suerte de encontrar a dos personas que me querían... O cuando encontré a Dana, lo que hubiera hecho una persona normal hubiera sido ir a abrazarla y decir que también estaba vivo, ¿pero que hago yo? Intentar matarla, y todo por intentar seguir una estúpida tradición impuesta por gente que realmente no nos quería.

Dana hizo ese click hace ya tiempo, en ella lo desencadenó en amor, en mí el pensamiento de que en pocas horas moriría, y me lo tenía merecido por ser tan idiota. Era la primera vez que el sin cerebro era yo y no el mundo.

Después de aburrirme molestando un poco al que ahora me vigilaba me planté frente a las hojas que aún habían en la mesa. Intenté pensar en qué podía escribir, pues no podía despedirme de nadie porque todo el mundo me odiaba. Así que me decidí por esto...

Querida Alfa [COMPLETO] {1}Where stories live. Discover now