Capítulo 1

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Busco el número indicado en mi billete y me siento después de colocar mi maleta. Siento que todo el mundo me mira por mis ojos rojos pero tienen que ser imaginaciones mías, ya ha pasado un buen rato desde la última lágrima y seguro que las despedidas dolorosas son muy comunes en los aeropuertos como para que nadie me preste la más mínima atención.

Miro como las azafatas hacen su número prestando mucha atención —ya me lo sé de memoria, pero me gusta pensar que agradecen que alguien les haga caso, a mi me gustaría— y me quedo dormida al segundo. 

Siento unos toquecitos en el hombro y me doy cuenta de que la señora que tenía sentada al lado me está despertando cuando el resto de pasajeros comienza a sacar sus maletas. Le agradezco a ella por haberme despertado y a mi misma por haberme dormido. Me gusta hacerme la fuerte y decir que no temo a los aviones pero la verdad es que me dan bastante ansiedad, aunque la oculto lo mejor que puedo.

Consigo mi maleta sin incidentes y miro las horas de los trenes que llevan a Londres. Si corro puedo coger uno que sale en diez minutos, si no... Y empiezo a correr. No pienso en la vergüenza que me da estar haciendo el ridículo en una nueva ciudad, cuando la gente se suele mudar para dejar atrás este tipo de cosas, pero para cuando me subo en el tren, coloco las maletas lo mejor posible para no molestar a nadie y me quedo de pie porque no hay asientos libres, se me olvida completamente. Hay tanto papeleo que hacer, una pequeña mudanza de mis dos maletas, buscar trabajo...

~·~·~·~·~·~·~·~·~

—Y esta es tu habitación—dice, en el mejor intento de inglés sin acento que he oído en mi vida, una trabajadora de la universidad mientras me da las llaves de mi habitación. Estoy tan feliz de haber sido rápida y haber conseguido una habitación individual, no puedo dormir con el más mínimo ruido o luz extraña, aparte de mis bastante comunes noches en vela. Seguro que si tuviera compañera de dormitorio me acabaría odiando. Ya es bastante difícil para mi vivir en una residencia compartiendo baño cuando siempre he tenido uno para mi sola.

—Muchas gracias—respondo con una sonrisa mientras veo como se marcha y corro a ver las vistas. No son espectaculares, pero solo con ver la calle llena de casas antiguas cada mañana ya seré feliz y, si me esfuerzo, puedo ver un poco del London Eye. De repente siento un cosquilleo en la barriga y ganas de llorar, nunca creí poder llegar a lograrlo de verdad, mucho menos sin la ayuda de mis padres. 

Cuando he colocado toda mi ropa en el armario, decido salir a explorar la zona. Según lo que recuerdo del mapa, la estación de metro de Waterloo está en la calle de al lado y a partir de ahí tengo un viaje de media hora hasta la universidad que haré mañana por primera vez, prefiero tomarme el día libre. Me vuelvo a llenar de dudas otra vez, esa media hora de camino me habría venido genial para dormir un poco más cada día pero tal vez es un precio justo que pagar con tal de vivir a cinco minutos de la City. Tengo tantos pensamientos mezclados de cosas que tengo que hacer y posibles maneras de darle la noticia a mis padres que sin darme cuenta vuelvo a estar en la residencia. Lo mejor será que busque un super barato y me prepare algo de cenar en la cocina, son solo las siete pero parece que todo el mundo aquí ya ha cenado y se está preparando para salir.

Mientras ceno, veo como la gente va saliendo de la residencia hasta quedarme sola. Como aún faltan unas pocas semanas para empezar el curso, aún falta gente por llegar y encima es viernes. Desearía poder acercarme a algún grupo y preguntarles si puedo ir con ellos pero no puedo comenzar a malgastar tan pronto y no sé cómo se tomarían aquí que fuera tan directa, si me imagino la situación en mi ciudad sé que acabaría invitada a todo y con nuevos amigos, pero aún no sé las costumbres de aquí. Lavo lo que he ensuciado y subo a aprovechar mis momentos de soledad para usar los baños, no sé cuándo será la próxima vez que esto vuelva a suceder.

Al salir de la ducha vuelvo envuelta en la toalla a mi habitación, ni siquiera había caído en coger ropa para después, me alegro de que en el día de prueba no haya nadie para verme. Llego delante del armario y tengo una pequeña discusión interna, ponerme el pijama o ropa de calle. Son las nueve de la noche así que las calles deben de estar vacías, al menos de todo aquel que no sea turista o haya decidido montar la fiesta en la calle, así que voy a visitar los Jubilee Gardens aprovechando que están al lado y que de día tendré que evitarlos de todas las maneras a no ser que quiera estar rodeada de mucha gente.

Me alegro tanto de poder llevar una sudadera, ayer mismo estaba muriéndome de calor en casa. Tenía razón, la calle está bastante vacía (comparando con lo que puede llegar a ser), así que puedo pasear bastante tranquila sola de noche sin temor a que me pase nada por las familias de turistas que van pasando a mi lado de vez en cuando. Veo el memorial de las Brigadas Internacionales y me siento a mirarlo. La última vez que vine, mis padres no quisieron verlo ya que mi familia había luchado en el otro bando pero yo no tengo la misma opinión que ellos, además, me hace sentir cerca de casa de alguna forma. No puede ser que ya eche de menos mi casa en el primer día, supongo que es porque sé que no voy a volver en mucho tiempo.

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