Capítulo 8

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Estoy en la cocina preparando el desayuno para todos, como suelo hacer siempre que me quedo a dormir, que es más a menudo de lo que me gustaría porque siento que me estoy aprovechando de ellos, por eso a cambio les hago el desayuno. Por suerte, Martha no está normalmente en casa, porque me daría mucha vergüenza que me viera por aquí todos los fines de semana. Sé que a Mercy no le hace mucha gracia no verla tan a menudo, pero le encanta el trabajo de su madre y la apoya en todo, además, eso ha hecho que esté tan unida con su hermano Titan.

—¿Qué es eso? —pregunta una voz a mis espaldas.

—Galletas —respondo a Hero. Se me hace extraño verle aquí, ya me estaba acostumbrando a las mañanas con Titan y Mercy.

—No, que va. —Las mira de cerca y las huele poniendo una cara de asco.

—Galletas veganas, son mi especialidad. —Me podría comer cincuenta de golpe sin exagerar, así que cuando estoy sola solo las hago de diez en diez, por si acaso.

—¿Sin huevo ni leche? ¿Por qué? —dice con cara de asco.

—Porque soy vegana. —Le miro como si fuera idiota, ¿por qué las haría si no?
Titan aparece por la puerta olisqueando como si fuera un perro, de hecho, Diesel le sigue por detrás haciendo lo mismo.

—¡Mis favoritas! Gracias —dice cogiendo una y devorándola—. Deberías probarlas —aconseja a su hermano.

—Estáis locos. —Hero mira a su hermano como si no le conociera de nada, pero él le ignora, coge un par más y vuelve a su habitación mientras yo sigo preparando una bandeja para Mercy, que aún está durmiendo, como agradecimiento por invitarme ayer.

—Oye, Carla. —Me río un poco y me giro para mirarle.

—Clara —le corrijo.

—Clara, perdón. —Se sonroja como si de verdad sintiera haberse equivocado, no me lo hubiera podido imaginar nunca— Quería pedirte un favor. —Asiento haciéndole entender que acepto— ¿Podrías mantener a Mercy ocupada en su habitación? Y que no se asome a la ventana ni nada por el estilo, tienen que traer su regalo y no quiero que lo vea antes de tiempo.

—Vale, lo intentaré. —Me sonríe y me da las gracias. Comienzo a subir por las escaleras con la bandeja para Mercy pero me paro de repente— Hero, —Se gira para mirarme— de verdad deberías probar las galletas, están muy buenas.

Le escucho reír mientras subo las escaleras y entro en el cuarto de Mercy cantándole cumpleaños feliz.

—Vamos, cállate, fue hace casi una semana. —Se enrolla en la sábana y esconde la cabeza debajo de la almohada.

—Oh, venga, te he hecho un desayuno especial de cumpleaños. —Dejo la bandeja en su mesita de noche, lo suficiente cerca para que pueda olerlo.

—¿Has hecho tus galletas? —pregunta aún desde debajo de su almohada.

—Por supuesto.

Se lanza a por las galletas y mientras desayuna le cuento el plan de esta mañana. Primero, nos vamos a poner unas mascarillas para tener la piel perfecta para esta noche. Luego, vamos a tapar su ventana para que no entre nada de luz y vamos a ver una película de miedo.

—Pero odias las pelis de miedo —me interrumpe con la boca llena.

—Pero te tengo aquí para protegerme —le replico levantando las cejas.

Hero no me está poniendo la tarea fácil porque están haciendo un montón de ruido ahí abajo. Por suerte, Mercy se ha metido completamente en la película, disfrutándola muchísimo mientras que yo estaba abrazando un cojín demasiado fuerte. Él había entrado en la habitación hacía un rato para comprobar que Mercy estaba realmente ocupada, había bromeado con que nosotras dábamos más miedo con las mascarillas puestas que la película y me había hecho señas para que nos la quitáramos. Supongo que si la sorpresa involucra al ejército que parece haber abajo, a Mercy no le haría gracia que la vieran con la mascarilla, así que nos tomamos una pequeña pausa para lavarnos la cara y seguimos con la tortura.

Al fin, cuando la película está en el momento más tenso y yo estoy al borde del infarto, Hero entra de golpe sin llamar, lo que me hace soltar un grito no muy fuerte.

—Perdón —dice, pero se está riendo—. ¿Podéis bajar un momento? —Mercy ni siquiera le está escuchando, su mirada está fija en la televisión— Mercy, tu regalo. —Al momento, ya estamos bajando las escaleras, siguiendo a Mercy que había ido corriendo al salón.

—¿Dónde está? —pregunta impaciente, mirando toda la habitación en busca de un paquete.

—Está en la entrada. —Mercy sale corriendo por la puerta sin importarle estar en pijama y todos la seguimos. Delante de la puerta hay un coche negro (que tiene pinta de ser muy caro) con un lazo enorme encima. Parece que ya me han quitado el puesto a mejor regalo. Mercy está dando saltos de emoción y Hero le pasa las llaves del coche. Titan y Mercy se ponen a analizar el vehículo, mirando cada detalle, pero yo me quedo sentada en la puerta con Diesel— ¿Tú conduces? —me pregunta Hero, pensaba que se iría con sus hermanos a dar una vuelta o algo.

—No, soy más de motos —contesto. En realidad es el único transporte que se puede usar en mi ciudad, el transporte público es prácticamente inexistente, igual que los aparcamientos para coches.

—¿En serio? Yo también. Tengo una ahí aparcada, la puedes usar si quieres, yo casi no la uso ya —dice, como si dejarle tu moto a una desconocida fuera lo más normal del mundo.

—Vaya, gracias —Vamos, piensa en algo más que decirle.

—De todas formas, cuando Mercy se saque la licencia de conducir deberías ir con ella, ese coche es mucho mejor que mi moto. —Comienza a explicar una serie de características del coche y no entiendo nada pero le presto mucha atención de todas formas. La poca luz que se cuela a través de las nubes se refleja en sus ojos azules, muy diferentes a los marrones de sus hermanos, y su acento... Madre mía.

—La verdad es que no tengo ni idea de coches —le digo cuando acaba con su explicación y nos reímos juntos— Bueno, de pequeña me gustaban mucho pero mis padres no estaban a favor de mi afición así que simplemente se acabó, no me di cuenta de por qué hicieron eso hasta que le comenzaron a regalar coches de juguete a mi hermano pequeño. —No sé por qué le he contado eso, no debería haberlo hecho.

—Eso es una mierda, lo siento mucho. —Se sienta al lado de Diesel, dejándolo entre nosotros, y le acaricia—  Si tuviera una hija y le gustaran los coches le regalaría un Ferrari, aunque quizás sería un poco peligroso.

—Sí, creo que tendrás que pensártelo un poco mejor cuando llegue el momento. —No conozco a muchos chicos a los que les guste hablar de tener hijos en un futuro, todos viven negando quererlos como si fuera un crimen.

—De momento ya tengo a Diesel, se pondría celoso si hubiera alguien más, ¿a que sí, grandullón? —Diesel se tumba encima de su dueño y le enseña la barriga para que le rasque. Este perro es todo un prodigio.

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