Segunda Parte CAPITULO 25

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Diego Alexander West A.

-. Ese bastardo...

-. Diego Alexander no te permitiré que te expreses de tu padre de esa forma tan ofensiva - me reprende mi madre

-. Te golpeó, insultó y violó durante 3 malditos años - le recuerdo lleno de ira - debí matarlo cuando tuve la oportunidad - expreso y ahoga un grito, Alejandro sigue sin decir nada

-. No fue su culpa hijo el estaba enfermo... Alexander sufrió por lo que hizo hasta el último día de su vida

-. No puedo creer que aún lo sigas defendiendo - digo indignado - y nada de lo que digas me hará pensar de otra forma

-. No te pido que le perdones, solo que entiendas que ni el mismo estaba consiente de lo que hacía y cuando lo pudo comprender ya era muy tarde, estoy enterada de que pagaste mucho dinero para que se le fuera torturado en prisión y no sabes cómo lamento que eso pasará, pues eso es mi culpa - niego - pensaste que estaba muerta y por esa razón lo hiciste y créeme que el aguanto eso y más porque sentía que lo merecía

-. Claro que lo merecía - habla por fin Alejandro - A ninguna mujer se le debe hacer pasar todo lo que tú pasaste mamá

-. Es cierto a ninguna mujer, pero no olvides que el hombre llega hasta donde la mujer se lo permite y yo le permiti que durante todos esos años me golpeara y maltratara te todas las formas posibles - responde - si lo juzgan a el entonces también deberán hacerlo conmigo - guardamos silencio porque tiene razón

-. Lo pusiste a el sobre nosotros - murmura Alejandro - no tienes idea de cómo nos sentimos, yo mismo no se como logre salir adelante, durante 8 años mamá, 8 malditos años fui a una tumba a pedirte perdón por no estar en casa ese dia, no hubo un solo maldito día en que la imagen de ti golpeada casi muerta, no me torture dime ¿Por qué nunca nos llamaste? El ya estaba tras las rejas y tú maldita sea jamás tuviste un minuto para llamarnos en estos 8 años - dice Alejandro por fin soltando todo el rencor y la rabia - apenas teníamos 18 años y tuvimos que hacernos cargo de una bebe, ella fue la única razón por la que mi hermano y yo no nos volvimos locos del dolor, pero estábamos solos, solos maldita sea dime ¿Tampoco ella te importo durante estos años? - cuestiona - y no solo eso en tu locura nos impusistes condiciones para hacer nuestras vidas - le recrimina eufórico - ah pero ahora vienes y nos hablas de ese bastardo como si lo que te hizo no tuviera importancia y pidiendo que le tengamos respeto...

-. Diego... - le interrumpo al ver las lágrimas de mi madre

-. No hermano, lo siento pero no puedo seguir haciendo como si estos años no fueran pasado - dice y veo dolor en su mirada - te amo porque eres mi madre pero no me pidas que perdone a ese hombre o de que haga como si estos malditos 8 años solo fueron un sueño porque no lo haré - claudica y se va sin decir más

-. Me odia - dice ella y me mira - así como tú - niego

-. No, ni el ni yo te odiamos - afirmo - pero entiende que no es fácil, el se torturó a si mismo por no estar allí para protegerte, así como yo por estar en otro país y no en casa a tu lado - explico - pero para el fue aún más traumático, pues fue quien te encontró y eso lo volvió como loco - su llanto se hace más fuerte - pero no te odiamos mamá solo tenemos mucho dolor y para eso debes darnos tiempo - asiente - lo mejor será que terminemos con esto otro día, tanto el como tú y yo necesitamos calmarnos y pensar

-. Esta bien hijo

***

Tener que escuchar de mi madre las cosas por las que había pasado no era igual a cuando otro lo decía, ella había sufrido tanto y no logro entender cómo es que sigue defendiendolo cuando ella debería ser la primera en odiarlo. Durante todos esos años que el la maltrato y los que se tuvo que esconder, porque solo debía mirarla a los ojos para saber cuánto había sufrido por no estar con nosotros, él envío algunas cartas desde la prisión, jamás quise leerlas pero tampoco tuve el valor de quemarlas o tirarlas, me decía a mí mismo que algún día me armaría de valor e iría a devolverlas en persona, pero jamás pude y ahora eso es lo único que me queda de él, tomo una en mi mano y me quedo mirándola buscando la fuerza necesaria para leerla.

Eras Tú - EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora