Capítulo VIII 'No me salves'

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Inés volvió del mundo de los sueños mas no quería abrir los ojos. Se estaba muy bien entre los brazos de Irene, dejándose llevar por su respiración acompasada. Le daba miedo pensar que aquello pudiera ser parte de un sueño más y que si abría los ojos se iba a encontrar a ella misma en su habitación de casa, sin la morena a su lado. El poco sentido de la responsabilidad que le quedaba en ese momento pudo con su temor y, sabiendo que tenía que volver a casa y prepararse para ir a trabajar, fue poco a poco despegando sus parpados, acostumbrándose a la luz que inundaba la habitación y enfocando su vista en el rostro sereno de Irene. Se fijó en todos los detalles de sus facciones y dejó escapar un suspiro relajado, sin duda esa mujer le transmitía paz. Sin ir más lejos, esa misma noche con solo abrazarla contra su pecho había conseguido calmar sus horribles pensamientos provocados por una absurda película y se había pasado toda la noche durmiendo sin sobresaltos de madrugada o insomnio, era todo un logro para ella.

Se deshizo un poco de su abrazo para subir hasta la altura de la cara de la más alta y permaneció unos minutos más mirándola, memorizando su cara y entonces, como si de una flecha clavada en su corazón se tratara, la invadió el sentimiento de la incomprensión, de cómo Irene se estaba comportando con ella ahora y cómo se comportaba antes de su marcha. Siempre estaba ahí para ella, en sus mejores y peores momentos, sin embargo, cuando la vida de la morena se vio truncada, esta no hizo más que marcharse y dejarlo todo atrás.

Sintiéndose observada, Irene entreabrió los ojos para descubrir el rostro de Inés frente a ella y dio un pequeño respingo, poniendo una mano sobre su pecho por el susto. La castaña dejó escapar una pequeña risa nerviosa, pues no esperaba que su escrutinio mañanero fuera descubierto. Aún así no cambió su postura, sus ojos habían encontrado el magnetismo de los polos opuestos que eran los de Irene, sus orbes oscuras la habían hipnotizado y se colaban en su interior sin ninguna dificultad.

-Buenos días- pudo decir finalmente Irene con la voz aún algo pastosa

-Buenos días- respondió la castaña mostrando una enorme sonrisa

-¿Se puede saber por qué me mirabas así, tan fijamente?- soltó riendo la morena

Ante esto, Inés solo pudo reírse y se revolvió un poco entre las finas sábanas tapándose la cara sintiéndose avergonzada.

-¿No serás una asesina en serie y me estás estudiando para luego matarme, no?- volvió entonces a preguntar Irene con el semblante más serio que pudo poner, pues todo era una broma aunque bastante pésima.

Provocó entonces una risotada de la mayor y, segundos después, se encontró a ella misma estallando en carcajadas. Se tiraron un rato riendo sin parar y, sin saber cómo, acabaron en una guerra de cosquillas y almohadas que terminó quedándose en tiempo muerto porque ambas necesitaban que sus pulmones se llenasen regularmente de aire otra vez.

Estaban ambas tumbadas boca arriba en el colchón, mirando fijamente el techo. Era un momento tan especial que ninguna quería romperlo y tampoco se atrevían a hablar, no sabrían qué decirse. Por el momento les gustaba saber que estaban ahí y que no se iban a ir.

-¿Te apetece el segundo asalto?- insinuó Irene

-Llevas las de perder eh, chavala- rio Inés

-¡Eso ya lo veremos!

Y, pillando totalmente desprevenida a la castaña, Irene se lanzó directa a hacerle cosquillas en los costados, pues conocía bien el punto débil de Inés, la cual apenas podía defenderse y solo podía hablar de forma entrecortada llamando a la clemencia de Irene para que dejase esa tortura mientras no paraba de reír.

-¡Ja! Te gané- sonrió victoriosa la morena

La lucha acabó con Irene a horcajadas sobre Inés y colocándole las manos por encima de la cabeza de forma que la tenía totalmente inmovilizada. Sus respiraciones agitadas y un revuelo de sábanas y cojines por el suelo había sido el campo de batalla, el espectador de la complicidad y la alegría que ambas mujeres irradiaban cuando se tenían cerca.

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