Capítulo X 'No voy a cambiar'

332 23 27
                                    

Los suaves golpes que Ione dio a la puerta de la habitación hicieron que Irene despertase. Se levantó poco a poco y abrió la puerta encontrándose con la sonrisa de Ione, le correspondió el gesto y se estiró de forma disimulada mientras daba un pequeño bostezo. Ione rio ante los gestos de Irene y esta le siguió la risa. Irene se dirigió de nuevo al interior de la habitación para buscar su ropa y su móvil, el cual se encontraba sin batería, mientras escuchaba a Ione, que había salido en dirección a la cocina, decirle que el desayuno estaba listo. Ante esto Irene no pudo evitar sonreír pues se moría de hambre, no sabía qué hora era por lo que supuso que si tenía tanta hambre era porque ya era tarde.

Al llegar a la cocina lo hizo con la ropa de la noche anterior ya puesta, no quería quedarse más de lo necesario en casa de su amiga para no molestar. Comprobó en el reloj que adornaba una de las paredes de aquel espacio que, efectivamente, era bastante tarde y se había levantado pasadas las once de la mañana. Le pareció lógico pues se durmieron bastante tarde y también se reconoció que si no llega a ser porque Ione llamó a la puerta, probablemente ella aún seguiría durmiendo.

Desayunaron tranquilamente entre recuerdos de años pasados, a Irene aquello le dio un pequeño vuelco en su mundo ya que desde que había llegado al pueblo se sentía anclada en su pasado y ella buscaba avanzar en su presente, iniciando una nueva etapa en su vida en la que por fin aprendía a vivir con su dolor y podía tener en su día a día la certeza de ser mejor de lo que había sido, sin tener miedo o vergüenza de visitar el pueblo y sus lugares, los mismos que hace años recorrió junto a su familia. Todo aquello la arrasaba como un huracán pero al mismo tiempo le reconfortaba saber que no estaba sola ante todo.

Perdida un poco en sus pensamientos, mientras Ione le recordaba por quinta vez las travesuras que hacían de niñas, recordó la noche anterior y su rostro cambió por completo a uno de preocupación, no sabía nada de lo que finalmente sucedió con Inés y no tenía cómo comunicarse en ese momento porque su móvil se había descargado en algún punto de la noche.

Al ver el cambio en su expresión, Ione le preguntó si se encontraba bien a lo que la morena respondió afirmativamente pero alegando que se le hacía tarde y tenía que volver a casa lo antes posible, se despidió amablemente de su amiga con dos besos y dándole las gracias por haberle permitido quedarse en su casa. Ione le restó importancia y la acompañó hasta la puerta sin perder la sonrisa a pesar de que en su interior esperaba que Irene quisiese quedarse más tiempo allí.

Irene salió con bastante prisa poniendo rumbo a su casa y sintiendo de forma desesperada que tenía que conectar su móvil al cargador para ver si Begoña le había enviado algún mensaje sobre Inés. Otra opción era pasarse por la casa de Begoña y que se lo contase en persona pero no sabía si se encontraría en casa y, además, cabía la posibilidad de que Inés estuviese con ella y no sabía si querría verla después de la forma en la que la había echado de su casa el día anterior.

Se reconoció a sí misma que no estuvo bien decirle aquello que pensaba tan a la ligera pero no pudo contenerse en aquel momento. Le hervía la sangre solo de pensar que Inés estaba con un hombre que la trataba de aquella manera, ese hombre no la merecía y ella necesitaba a alguien que la hiciese feliz, que la respetase como mujer libre y, sobre todo, que no le hiciera ningún tipo de daño. Por lo que había visto cuando llegó a casa de la castaña supo que no era la primera vez que ocurría algo parecido, Begoña no parecía sorprendida ante la llamada de su amiga, es cierto que mostró preocupación pero no hubo atisbo alguno de sorpresa en ningún momento, eso solo significaba que la ansiedad de Inés era algo que estaba presente en su día a día y no quería pensar que su pareja era el causante pero tras haberle visto las pequeñas marquitas rojas en el brazo no podía no pensarlo.

Sus horribles pensamientos la acompañaron en todo el trayecto hasta llegar a casa, donde finalmente pudo poner su móvil a cargar. Mientras esperaba, impaciente, a que su móvil tuviese un mínimo de batería para poder encenderlo y que funcionase con normalidad, decidió darse una ducha rápida y cambiarse de ropa a algo cómodo. Con una mano apretó el botón de encendido del móvil mientras que con la otra estaba desenredándose el pelo sin mucho éxito, la impaciencia que tenía en ese momento no le permitía concentrarse en ninguna otra tarea por muy simple que esta fuera.

Donde sea, contigo Where stories live. Discover now