Capítulo IX 'Lo nuestro'

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Tras colgarle el teléfono a su amiga, Begoña se levantó rápidamente del sofá ante la mirada inquisitiva de Irene que no comprendía por qué se había alterado tanto de repente. No pudo pronunciar palabra cuando Bego ya le insistía en que se diese prisa para llevarla a casa de Inés. Irene seguía sin comprender nada pero fue oír su nombre y levantarse como un resorte en busca de las llaves del coche para acompañar a Begoña a la casa de su amiga.

Una vez en el coche la inquietud de Begoña la estaba poniendo muy nerviosa y tenía miedo de lo que le podría haber pasado a su amiga para que ella estuviese así.

-Bego, me estás desquiciando, ¿me vas a decir ya lo que pasa o no?- preguntó finalmente pues no estaba segura de querer escuchar la respuesta

-Inés está en medio de un ataque de ansiedad y si me ha llamado es porque Xavi no está en casa y la cosa es grave- respondió Begoña sin quitar la vista de la carretera, temiendo la reacción de Irene ante tal confesión

Irene se tensó al momento, desconocía el hecho de que Inés tuviese ansiedad, aunque bueno es lógico puesto que no sabía nada de ella desde hacía mucho. Quiso preguntar más pero no se atrevía y tampoco quería distraerse de la conducción, le tenía demasiado respeto al volante.

No tardaron ni diez minutos en llegar y plantarse frente a la puerta, Irene observó como la mayor sacaba de su bolso sus llaves y de entre todas ellas buscaba una que supuso sería la copia de la llave de Inés. Cuando por fin dio con ella, abrió y se dirigió a la segunda puerta que le costó menos abrirla, buscó en la entrada y llegó hasta el salón donde se escuchaban pequeños sollozos continuados y se encontró a Inés sentada en el suelo, con las rodillas encogidas y enterrando su cara entre sus brazos apoyados en ellas. Begoña se acercó a Inés rápidamente mientras que Irene, que había permanecido observando en todo momento los movimientos de su amiga, no había conseguido reaccionar aún y permanecía en la entrada al salón de la casa.

Vio como Begoña le quitaba las manos a Inés de la cara y le levantaba la cabeza, se encontró con el rostro de la castaña totalmente cubierto de lágrimas y los ojos entrecerrados por el esfuerzo que hacía por continuar respirando de forma regulada, algo que claramente no estaba resultando demasiado efectivo. Permaneció en la distancia mientras Begoña comenzaba a intentar calmar a Inés, le hablaba bajito y acariciaba su rostro de forma pausada, terminó por poder levantarla del suelo y sentarla en el sofá donde le pareció que iniciaba un protocolo que tenía más que aprendido y la verdad es que así era, la mayor de las tres había aprendido a ayudar a su amiga cuando se producían los dichosos ataques de ansiedad y muchas veces había podido mitigarlos sin necesidad de acudir a urgencias o a los medicamentos que Inés guardaba para situaciones en las que todo se saliese de control.

Irene seguía sin atreverse a cruzar el umbral de la puerta y fijó su vista en el suelo, se sentía una extraña, invadiendo la intimidad de sus dos amigas, pero, sobre todo, invadiendo la intimidad de Inés. Se cruzó de brazos y se apoyó en la puerta, suspirando por encontrarse tan perdida en esos momentos, quería ayudar a Inés, de verdad que quería pero tenía la sensación de que si se acercaba iba a terminar siendo mucho peor hasta que Begoña llamó su atención y pudo interrumpir sus pensamientos negativos.

-Irene- se dirigió a ella de nuevo- ¿podrías traerle un poco de agua, por favor?- pidió Begoña de forma amable

La morena se limitó a asentir, sin pronunciar palabra alguna, y se dirigió a la cocina en busca de lo que le habían pedido. Volvió con un vaso y una botella de agua y se acercó donde estaban esperando sus amigas. Rellenó con cuidado el vaso apoyándolo en la mesita de café y se lo tendió a Inés. Era la primera interacción que tenían desde que habían llegado ella y Begoña y se sentía extraño después de lo que había pasado esa mañana y la tarde anterior. Ante el gesto, la castaña elevó la mirada encontrándose con la inseguridad en los ojos de Irene. Supo en ese momento que Irene se encontraba verdaderamente incómoda y la entendía, pero no quiso decirle nada, tampoco es que pudiese en esos momentos pensó para sí.

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