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Más de cuatro días llevaba sin poder sacarle ninguna palabra de lo sucedido a Écarlate, trato de todas las formas posibles pero el pelirrojo no se lo dejaba nada fácil siempre evitando sus preguntas, decidió mejor dejarlo tranquilo que él mismo procesará lo que sea que le haya pasado y cuando se sintiera listo le dijera lo que lo
atormentaba.

En las noches lo había escuchado llorar muchas veces, haciéndose el dormido la abrazaba por la espalda sentia como se sobresaltaba del susto, esperaba unos segundo hasta que lo sentia abrazarse a su persona como buscando consuelo pero sin despertarlo, suponía que no quería preocuparlo con sus problemas. Quería ayudarlo, quería saber que pasaba por su cabeza para estar así de mal, Écarlate es fuerte, no es de las personas que se quiebran por cualquier cosa y por tanto tiempo, eso ya lo preocupaba y mucho.

No obtuvo respuestas hasta el otro día. Cuando escucho un grito de sorpresa de Kardia y uno de dolor de Manigoldo.

- ¿¡Ese maldito estaba vivo!?- con la rabia que le dio saber que su ex pareja fingió su muerte le dio un golpe a la primero que vio.

- ¿¡Por qué te desquitas con mi pierna!?

- Porque era lo que tenia más cerca para maltratar.- volvio a golpearla esta vez solo porque quiso.

- ¡Eres una salvaje!

- Así me quieres, ahora te aguantas.

No le siguió prestando atención a la pelea de ellos cuando se dio cuenta que Écarlate no miraba la televisión y que apretaba sus puños con fuerza. Se levanto del sillón donde se encontraba sentado antes de que pudiera preguntarle si estaba bien, fue hay que entendió que la muerte de Dégel él la supo de mucho antes. Lo siguió antes de que se encerrará en la habitación que compaertian, casi recibe un portazo en la cara.

- Écarlate, ¿Estas bien?

Su expresión de preocupacion no paso desapercibida por el pelirrojo, lo menos que quería era preocuparlo pero ya lo estaba haciendo ocultandole esa cosa en particular. Decidió decirle la verdad, que supiera que no era la buena persona que él creía. Le contó todo cada detalle de esa misión y porqué lo hizo.

Cuando termino de hablar se esperaba de todo, que lo abrazara como siempre lo hacia calmando sus penas o que lo insultará como pensaba que se lo merecía, no se espero una mezcla de sus opciones.

Una fuerte cachetada fue a parar en su mejilla derecha, quedo con el rostro ladeado y sin poder creer la fuerza que llevaba. Aún mirando hacia otro lado escucho la rabia de Mystoria.

- ¡Estas loco!- si lo estaba por acabar con la vida de una persona a sangre fría sin importale nada- ¡Estas realmente loco si piensas que soportando todo esa presión solo vas a estar bien! Esta semana me preocupaste mucho, me imaginé un millon de posibilidades, incluida esta, pero creí que me tendrías más confianza Écarlate, espere pacientemente que me dijeras que te estaba pasando, que te tenia tan mal. Más de una noche te escuche llorar, me di cuenta de que en verdad te afecto y ahora entiendo porqué... aunque lo hayas hecho para protegernos, no tenias que llevar esta carga tú solo.- tomo su rostro con sus manos para poder verlo a la cara, ver su sorpresa y confusión- podías habérmelo dicho antes, te hubiera ayudado a proteger a tu madre, a nuestra madre. Recuerda que Camus también me entreno a mi, y ahora que sé todo esto no me voy a quedar quieto viendo como arriesgas tú vida.

- No quiero que les hagan daño ni a ti, ni a ella y los Dioses me perdones hasta me preocupe por Manigoldo. Pero Mystoria de verdad no quiero que te involucres, sé lo fuerte que eres aun así...

- Aún así nada, no voy a dejarte solo lo sabes.

Asintio, abrazando por la cintura a su pareja sonriendole con cariño, era la única persona en la tierra que podía hacerlo entrar en rrazo. Los brazos del menor se aferraron a su cuello, mientras iba acercando su rostro al del contrario. Sus labios se unieron en un beso que llevaba todo los sentimientos que sentían entre ellos. Las manos de Écarlate bajaron de su cintura a sus glúteos de una manera lenta acariciando cada centímetros de esa pálida piel que la ropa ocultaba, los apretó con ligera fuerza recibiendo un gemido sobre su boca.

Después del adiós. Where stories live. Discover now