Inocencia Robada (Fanfic 50 Sombras De Grey)

56: Bienvenida a MÍ mundo

POV CHRISTIAN

— ¿Crees que podrás vivir sin esto? — Ana hace un gesto vago en dirección a los látigos.

— Ana... Yo... No es tan malo como lo estás imaginando— Le digo para tranquilizarla — ¿De niña no fuiste castigada?

— No.

Mierda, ella no tiene referencia hacia el dolor.

— Nunca antes me golpearon, sólo en la cárcel... Una vez, pero ahí Phoebe me defendió.

Esto está mal, ella lo pasó pésimo en la cárcel y yo enseñándole mis mierdas. Debo sacarla de aquí...

— Estaba pensando si no puedes vivir sin todo esto...

— Ana, no...— la interrumpo alarmado por el rumbo que está tomando está conversación.

—No sabes lo que iba a decir– me interrumpe.

La atraigo hacia mí, hasta pegarla a mi cuerpo. Rodeo su cintura con mi brazo y con mi otra mano sostengo su mejilla.

— Me costó mucho asumir que te amo, y lo que menos quiero es perderte— esta es mi más grande confesión. La amo y me aterra perderla, no quiero que se vaya.

— No me vas a perder, yo sólo quería decirte, que si tú quieres... Puedo intentarlo— me dice sonrojada.

¿Está hablando enserio? ¿Realmente quiere intentarlo?

Esta es mi niña valiente.

— Sólo te voy a pedir que no me pegues... No muy fuerte.

— Jamás te pegaría...– No como tú piensas.

Ella toma mi rostro con sus manos y pega sus labios con los míos.

— En serio, quiero intentarlo— susurra contra mis labios.

Ana se aparta de mí y me mira expectante. Le doy una suave caricia y la miro con mucha más admiración. Siempre ha sido muy valiente.

–Dime, ¿Qué tengo que hacer? – Me Pregunta dejándome sorprendido.

–¡¿Qué... Ahora?!

–Para que lo retrasamos. Mejor muéstrame de que va esto... Acepto las condiciones, Ángel, porque tú sabes mejor cual tiene que ser mi castigo. Lo único que te pido... es que no sea más duro de lo que pueda soportar.

Escucho sus últimas palabras y reconozco la cita. Tess de los de Ubrerville.

Oh, mi preciosa y valiente Ana...

Carraspeo y trato de ponerme en “plan Amo”, ella me mira y con las manos en los bolsillos doy dos pasos atrás y con el tono de voz más firme que puedo por las emociones le comienzo a explicar:

–Quítate la ropa y quédate solo en bragas.

Ella parece sorprendida por mi cambio de actitud, pero obedece, se quita los botines, la blusa, el pantalón y al último su sostén. Trato de no parecer fascinado por su belleza y doy un paso al frente.

–Siempre que vengas a ésta habitación me vas a esperar aquí, de rodillas, con las manos sobre los muslos y muy importante: debes obedecerme siempre, diga lo que diga.

–Eh... Si...– balbucea nerviosa, pero su mirada me hace ver su determinación.

–Aquí, yo soy tu dueño, así que me llamarás “Amo” o “señor”– le espeto con voz firme.

–Si... Si, señor.

–Vendrás con el cabello suelto, bien desenredado para que yo sea quien te peine.