16. Especial

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Sídney, Australia.
03 de diciembre, 2010

Con apenas nueve años, Felix estaba entusiasmado de ser llamado "el pequeño hombre de la casa" mientras acompañaba a su madre a hacer las compras navideñas. Su padre estaba enfermo así que se había quedado en casa para poder descansar un poco, pero le dio la enorme tarea de cuidar a su madre, ¡Claro que podía! Era todo un chico fuerte y no dudaría en alejar a todo aquel que quisiera molestar a la mujer que amaba, porque Felix amaba a su madre con todo su corazón, también a su padre e incluso a su molesta hermana mayor.

— Pequitas, no te alejes mucho, hay demasiada gente, ¿Si?

Le preguntó su madre aferrándose otro poco a la mano del pequeño, algo por lo que el menor asintió siguiéndola mientras observaba todas las decoraciones navideñas. Debían ir por esferas porque él había quebrado algunas con su perro, Sam, algo por lo que su madre se había molestado pero tras una disculpa con esos ojos grandes del pequeño le bastó para decidir simplemente ir a comprar otras.
Al entrar a una tienda su madre empezó a revisar entre las esferas las que más se parecieran a las que el árbol ya tenían aunque Felix quería que llevaran esferas naranjas porque era su color favorito, pero su madre desistió.

— ¿Un árbol naranja, Lixie? —le preguntó mientras pellizcaba con suavidad la mejilla de su hijo—. ¿Acaso es una calabaza?

El menor rió por eso y tomó asiento en la silla junto a la mesa llena de esferas en lo que su madre buscaba con ayuda de una empleada a la que le dio características de lo que buscaba. Jugaba con sus pies colgando del asiento, aunque le gustaba salir con su mamá detestaba cuando debía esperar porque era aburrido y solo deseaba llegar a casa para jugar con Sam, tal vez se estaba preguntando por qué tardaba tanto cuando el niño le había dicho que no le tomaría tiempo, odiaría hacer sentir a Sam que le había mentido. Fue entonces cuando algo llamó su atención, un niño pasó frente a él comiendo algo con aspecto y aroma deliciosos, no dudó en acercarse a él pues estaba a pocos pasos de distancia aparentemente observando adornos navideños de la tienda.

— ¿Qué es eso? —le preguntó señalando la comida entre su mano derecha.

— Hotteok —respondió el pelinegro mientras le daba una mordida a su comida.

— ¿Joqué?

— Una especie de panqueque coreano, burro —respondió el mayor abultando un poco sus labios, a lo que Felix respondió con igual gesto.

— No me digas burro, solo no conozco la palabra —reemplazó rápidamente su mueca por una sonrisa—. ¡Dame!

— ¡No! Es mío, ni siquiera te conozco, tal vez tengas una enfermedad contagiosa.

— ¡Eres tan grosero! ¡Solo quiero un poco! —el menor se cruzó de brazos resoplando—. Le diré a mamá que me compre veinte.

— No los venden por aquí con facilidad, son especiales.

— ¿Especiales?

— Son coreanos, dah.

— ¡No seas envidioso!

— Te diré algo porque me agradas —mencionó el más alto mientras se acercaba más a Felix para poder murmurar en su oído—. Afuera hay un hombre que los está regalando.

— ¿¡En serio?! ¡Le diré a mamá que vayamos por unos!

— ¿Ves qué eres burro? —preguntó el mayor dándole un golpecito a Felix en el hombro—, si le dices no te dejará ir, debes ir sólo.

— Pero no puedo ir sólo...

— Entonces olvida el hotteok.

Felix hizo nuevamente una mueca, realmente quería probarlo pero su madre le dijo que no debía ir con extraños, aunque tal vez si llegaba con dos hotteok, uno para él y otro para ella lo amaría por llevarle algo rico de comer y lo perdonaría por completo por las esferas. Le dijo al niño que lo esperara y fue corriendo donde su mamá para que no sospechara tan pronto de su ausencia, cuando llegó donde estaba vio como ya habían encontrado una caja de esferas como las que tenían en casa, solo había que pagar.

— Ve tú, no quiero hacer fila —se quejó el niño con aparente cansancio.

— No, cariño, no puedo dejarte aquí.

— ¿Puedo jugar entre las telas navideñas mientras te formas?

— Esa idea me gusta más.

La mujer se agachó a dejar el que sería el último beso en la frente de su hijo. Mientras la mujer hacía fila para pagar el artículo, Felix ingresó entre las telas solo para salir por otro lado que lo llevó hacia el chico. Aunque éste se quejaba durante su camino porque el castaño había tardado, el menor estaba más que concentrado en lo feliz que haría a su mamá cuando le llevara aquella comida, seguro lo felicitaría con un beso en la frente y podría ver las caricaturas hasta tarde.
Ambos salieron del centro comercial pues según el pelinegro, el hombre estaba estacionado afuera con una pila llena de esas cosas. El más joven solo podía sentir como se le hacía agua la boca, aunque no estaba acostumbrado a salir sin su mamá, por lo que tomó la mano del chico para caminar. Al principio éste se mostró molesto diciendo que lo soltara, pero a medida que caminaban una expresión de tristeza se hizo presencia en su rostro, una que Felix no notó por ir contando de su perro y todos los trucos que hacía, asimismo prometiendo que le dejaría conocer a Sam por haberle contado de los hotteok.

— Hey, niño... Yo... —habló el más alto siendo interrumpido por Felix.

— ¡Ahí está! —exclamó el menor con una amplia sonrisa cuando vio en un vehículo azul marino a un hombre con gafas oscuras saludando desde la ventana.

El pelinegro mordió con suavidad su labio inferior y reteniendo sus lágrimas se acercó hasta el vehículo. Con total inocencia Felix preguntó si podían darle un panqueque para su madre, el hombre le dijo que estaban en la parte de atrás pero mientras el niño miraba hacia la dirección señalada, otro hombre apareció desde la puerta trasera e hizo ingresar a la fuerza a Felix que por mero instinto empezó a gritar. El pelinegro ingresó en el asiento del copiloto y apenas diez segundos después de que se acercó a preguntar, el auto ya había arrancado lejos del centro comercial.

Ese día Felix lo bautizó como el día cero, porque desde ese momento empezó una nueva vida con la que no estaba de acuerdo. Esa tarde el niño que le mintió le llevó cinco panqueques como los que quería, se presentó como Chris y se disculpó por lo que había echo, esa noche se quedó a dormir con él y a petición del menor, le dio un beso en la frente antes que ambos quedaran dormidos en el colchón de la habitación, en dos días partirían a Corea y Chris le había prometido comprarle mucha comida rica en cuanto aterrizaran. Al mismo tiempo pero en otro lugar, la madre del niño se veía obligada a repetir su testimonio a las autoridades.

"La fila avanzó apenas un poco cuando me di cuenta que mi hijo nunca salió de entre las telas, le hablé y no respondió, una mujer me dijo que vio a un niño con la descripción que daba salir con otro chico pero pensó que eran hermanos. Mi Felix es un niño acostumbrado a estar en casa y tiene problemas para socializar con otros, no hay forma de que el otro sea un amigo, alguien se ha llevado a mi bebé, Felix necesita su beso de las buenas noches para dormir bien, por favor, se los suplico, busquen y encuentren a mi bebé"

En cuanto se mudaron a Corea, Felix obtuvo un cambio de nombre, uno que consideraba bonito pero no para él, su nombre no era ese. Estaba muy triste, extrañaba a sus padres, quería saber si su papá había mejorado, se sentía culpable porque Sam pensaría que lo abandonó y porque le había mentido a su mamá, si no la hubiera desobedecido tal vez ahora estaría en casa jugando como cualquier chico de su edad, pero en vez de eso debía atenerse a seguir las reglas de un lugar al que no pidió llegar. La única persona que le hablaba era Chris, pero Felix ya no se fiaba del chico, solo fingía ser su amigo por compromiso hasta que tiempo después lo entendió un poco más, en cambio, un par de meses después llegó alguien a quien realmente consideraba su amigo, Seungmin.

Felix ya no podría llevar una vida normal y no había día que no se arrepintiera de su decisión, pero con el tiempo simplemente se acostumbró a su ritmo de vida, una que sabía solo llegaría hasta los treinta años como todos en ese lugar.

RUBATOSIS ❀ HyunIn [✓]Where stories live. Discover now