Capítulo XXIV

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Helado de vino tinto


Vayolet

—No, no seas bobo, conocí este lugar mucho antes de que fuera nombrada bruja y no quisiera ahorcar a quien me lo dice— lo miro con los ojos entre cerrados, él solo hace una seña con su mano de despreocupación, regreso mi mirada al lugar y doy un sonoro y profundo respiro recordando muchos trágicos y no tan trágicos momentos aquí—Es mi guarida, siempre que huyo de algo creo que de alguna forma terminó aquí comiendo un helado. Bueno hay ocasiones en las que no sólo es uno.

—Bueno el lugar es lindo, pero ¿el helado es bueno? .

—Vamos—dije dibujando una sonrisa en mi cara, lo tome en de la mano y lo jale para seguirme.

Al llegar y pasar por la puerta se encontraba todo como siempre las pantas flotantes y el olor a helado mesclado con el aroma de las flores.

Llegamos hasta el mostrador Henry miraba todo con asombro y un poco impactado porque existiera un lugar así.

—Hola, ¿qué van a pedir?.

—Dos helados de vino tinto. —conteste automáticamente.

—Oye yo quería pedir de otro.

—Henry Balck, tienes que probarlo.

—Bien entonces serán dos helados de vino tinto.

La chica después de burlarse de Henry y no saber a quien ver pues nos veía con asombro y enamoramiento. Yo sonreí aún más, la chicas de esa edad siempre se imprecionan con chicas como yo.

Pasados unos minutos nos entregó el helado y las cucharas seguían pareciendo una hoja al igual que el pequeño envase en el que lo servían.

—Vayolet esto es demaciado infantil, hasta para mí, esto sería infantil hasta para Alex.

—Henry sólo vamos a sentarnos y pruebalo.

Así lo hicimos caminamos a una de las mesas y nos sentamos él en automático lo probó, yo por otro lado me quede como siempre en la luna, haciendo un memorama de todos los recuerdos que me venían cada que veía el color morado del helado.

Me quedé mirándolo e inmediatamente como vomito verbal comencé a hablar.

—Cuando era niña siempre le pedía a mi padre que me trajera aquí a comer helado, obviamente el intimidante y nada carasimatico Vladimir Campbell decía que no, pero solo bastaba con que la pequeña princesa de papi dijiera, “te prometo que te enorgullecerse como nadie más, cuando sea grande seré la mejor, pero papi por favor solo quiero un helado”  Y como pudiste notar mi padre no es un hombre de ensuciarse o comer un helado con su pequeña hija, pero lo hacía. — Solté una pequeña risa recordanme de la mano del banquero más amargado del mundo mientras corría, brincoteaba y cantaba una canción.

>>Y entonces llegaba el momento de escoger el sabor yo siempre quería el helado morado que mi padre pedía, pero él decía que no era para niños, entonces me conformaba con el tonto helado de fresas.

Crecí queriendo comer ese helado, pero también crecí con cada vez más responsabilidades y nunca tenía tiempo. Hasta que escape, no tenía ni idea de a donde iría, porque como Cloe decía nuestro apellido es nuestra penitencia.

—Cloe era la morena de ojos verdes ¿cierto?

—Si ella, la insípida que se burlaba de mi mentras me atacaban con preguntas. Bueno el punto es que sin saber a donde ir llegué aquí y al estar adentro pedí mi soñado helado morado, cuando por fin me lo dieron y me senté en una mesa, me quede como estúpida viendo el helado y aun con lágrimas en los ojos porque no podía creer como el hombre que me traía a comer helado y hacía todo por hacerme feliz, planeaba casarme con un extraño como si yo su adorada hija significará solo un trofeo que los otros podía comprar.

El Mujeriego Es Mi Prometido (editando) Where stories live. Discover now