I N T R O

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Yoongi negó sin pausa, sus manos temblando sin control.

— No...— salió como un susurro lastimero de sus labios, su vista nublada y los latidos desbordados de su corazón. No podía creer que estuviese pasándole esto de nuevo a él.

Después de tanto tiempo recuperándose de dos años que estuvo con depresión, no podía volver a caer. No después de todo su esfuerzo. No después de todo el sufrimiento por el que había pasado.

A pesar del continúo golpeteo de su corazón contra su pecho hizo sus manos un puño y se puso de pie en un rápido movimiento. Miró a ambos lados del pasillo del inmenso palacio y agradeció que no parecía que había alguien en el segundo piso, y salió corriendo. Yendo algo desesperado hacia la habitación más cercana para encerrarse hasta que pudiese tener bajo control su irregular respiración.

Yoongi utilizó el peso de su cuerpo para abrir la gran puerta, sorprendiéndose y alegrándose de que era la misma a la que él se dirigía antes siempre las cosas volvían a complicarse para él. Ahí podía controlar sus ataques sin que nadie se diese cuenta. Ni su padre ni su madrastra.

La habitación era grande, como la mayoría de las de palacio, pero lo que él buscaba y donde se refugiaba, era en el balcón que daba salida, y una vista amplia de los jardines reales.

Yoongi no sabía lo que tenía con ese lugar en concreto, pero para él siempre le pareció algo mágico como con la primera inhalada del aire lleno de los olores de las flores, conseguían enviarle una oleada de calma que se repartía con gozo por todo su cuerpo, como hizo en ese momento.

— Mucho mejor... — suspiró el joven príncipe, la cálida luz del día dándole de frente, acariciándolo. Yoongi solo deslizó sus antebrazos por la superficie del mármol, cerrando los ojos y disfrutando de la brisa directa y suave que removió los mechones de su flequillo peinado negro.

Al poco tiempo, Yoongi volvía a respirar normal otra vez, sus manos dejaron de temblar y sus ojos se abrieron con suavidad. Puede que incluso algo adormilado. Se sentía tan tan urgido de correr a esa terraza en específico, que no se dió cuenta de la presencia de alguien más abajo, que hacía lo suyo con un gorro que no dejaba ver su rostro y sus manos enguantadas. Junto a un uniforme de jardinería y un cubo lleno de productos.

Yoongi se quitó rápidamente de allí, preocupándose de si ese hombre había visto como el príncipe de palacio había salido ahí como alma que lleva el diablo. Pero rápidamente deshizo esa acción, convenciéndose a si mismo de que ese hombre no había visto nada.

Yoongi puso su mejor voz severa al llamar al hombre, haciendo que dejase de buscar lo que fuese que estuviese buscando en el cubo.

— Eh, —como Yoongi esperó, el hombre paró. Yoongi miró desde arriba como este se giraba lentamente, por debajo del gorro unos ojos que no vió con claridad asomándose. —identifícate.

Sin ver la expresión del tipo, que se miró los guantes y después el cubo con productos y luego volvióa alzar la vista hacia Yoongi.

— Soy el jardinero real, alteza.— Yoongi no se esperaba que la voz del hombre fuese tan suave, como una caricia. Hablaba sin atisbos de doblez en su voz. Y Yoongi lo notó.

Había algo que llamaba la atención de Yoongi, y sin darse cuenta, ya le había preguntado.

— ¿Podríais quitaros el sombrero? — y el hombre, sin palabra ni protesta lo hizo. Yoongi no solo se sorprendió de las suaves hebras de cabello carbón que cayeron por su rostro, sinó de las facciones del hombre. Mandíbula marcada, piel acaramelada, cejas rectas y pobladas y ojos ovalados y marrones, de uno tan profundo y puro que juró ver su propio reflejo en ellos. Además, se dió cuenta de que el hombre era joven, su aroma haciéndose más notorio cuando inconscientemente Yoongi comenzó a buscarlo, oliendo con disimulo.

— ¿Todo bien, alteza? — Yoongi parpadeó. Bajo la mirada sin vacilación y el rostro apacible del joven, Yoongi se sintió un desvergonzado de repente. ¿Cómo se le ocurrió haberle interrupido mientras hacía su trabajo? Sin embargo, Yoongi no perdió los nervios, y devolviéndole con la misma intensidad esa mirada altanera que le daba a los trabajadores de palacio, habló.

— Todo bien, vuelva al trabajo. — y eso hizo otra vez, acatando la orden del omega sin discutir. Lo único raro que sintió fue como el alfa se tardó unos segundos en separar sus ojos de los suyos hasta que tapó otra vez su cabeza con el sombrero. Pero no le dió tiempo de siquiera pensar sobre ello cuando una voz le llamó.

—¡Joven Min! — el mencionado se dió la vuelta sobresaltado, la cocinera se acercó a él. — ¿dónde demonios estaba metido? Su padre está preocupado, la cena ya está lista y la señora Min empieza a perder la paciencia.

Yoongi ignoró el hecho de que ahora su madrastra fuese una Min, porque ella nunca lo sería para él, y solo asintió con arrepentimiento fingido. — Lo siento mucho señora Wong. — pasó por el lado de la cocinera y le sonrió suavemente. — ¿Bajamos?

La mujer negó condescendiente, sin saber en absoluto el verdadero motivo por el que Yoongi estaba ahí y le siguió.

— Por supuesto, príncipe Min.









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"A mis pies, su alteza." » KookgiWhere stories live. Discover now