Huida clandestina.

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Jungkook llevaba ocupándose de los quehaceres de palacio desde sus dieciocho años de edad. Para buscar el puesto al que mejor se adaptase primero tuvo que pasar como ayudante de cocina. Lamentablemente, ese no era su punto fuerte y cuando descubrieron que Jungkook quemó la cena de los reyes decidieron buscar algo mejor para él, y entonces pasó a encargarse de la limpieza del palacio, trabajo que nunca le llegó a gustar realmente. Hasta que por fin, después de la búsqueda de un trabajo que le transmitiese algo más que dinero; pasó a ser el jardinero real de la familia Min.

Estar en constante contacto con las plantas de palacio le hacían sentir afortunado. Puede que en un principio la idea no le pareciese atractiva pero cuando comenzó a cuidar de las semillas, y poco a poco vió cómo de los pequeños brotes verdes, nacían flores de colores tan vivos, se enamoró perdídamente del arte de la jardinería.

No había nada en el mundo que lo distrajera de ocuparse de las plantas. Su vida había cambiado drásticamente por entregarse humildemente a una vida simple, pero bonita y no sentía que podía quejarse porque vivía bien. Al menos, eso fue así hasta alguien, asomándose por el balcón, decidió romper con todo eso que él simpre consideró más que suficiente para ser feliz. Todo para que con su belleza, dejase de mirar las flores y le mirase a él.

No sabía siquiera si lo hacía a propósito, pero de lo que si estaba seguro que no era intencionado, eran de las lágrimas de la persona. En ese momento, Jungkook descubrió que los ángeles también podían llorar. Y que era una de las cosas más bonitas y tristes que uno podía tener la oportunidad de presenciar.

Pero Jungkook no hizo nada, ni la primera, ni la segunda, ni la tercera vez. Aunque el príncipe Min apareciera muchas veces por el balcón. A pesar de que solo unos metros lo separaban de él, sentía como si estuviese viéndolo a través de un cristal que a él, cómo a alfa no privilegiado, lo detenía de acercarse o de siquiera dirigirle la palabra a el mismo príncipe del reino Min.

Sin embargo, tampoco iba a mentir y era que, muy medidamente, dejó escapar feromonas tranquilizantes, que más de una vez consiguieron calmar al príncipe de pelo negro, acallando su lloro para volver al interior del palacio, completamente ajeno que alguien había utilizado sus feromonas con él. Jungkook no sabía si estaba bien lo que estaba haciendo, pero sin duda, el orgullo y la paz que le invadía el pecho al saber que el omega se sentía mejor gracias a él, no podía estar mal.

De esa manera continuó, y pudo haber continuado así, de no ser porque inoportunamente un día, el príncipe le llamó. Se sintió tan deshubicado en ese momento, tan perdido que tardó en reaccionar unos cuantos segundos antes de poder contestarle con normalidad.

La conversación se vió interrumpida cuando la cocinera de palacio llamó al príncipe y este simplemente se fue.

Todo en relación con Yoongi se sentía muy lejano pero con un magnetismo igual de grande al mismo tiempo. Lo pudo sentir esa vez que inexplicablemente sintió una leve molestia cada vez que llegaba un pretendiente nuevo a palacio. Y esa otra vez que tuvo el atrevimiento de poner un clavel en su oreja y de soltarle un piropo tan libremente, y esa última y más presente ocasión en la que se enfadó por lo impertinente que se mostró el príncipe ante su humilde ayuda cuando ese alfa idiota estaba siendo un prepotente de primera con él.

Se reprendió a si mismo cuando se encontró una vez más navegando entre sus pensamientos. Sobretodo porque lo único que ocupaba su mente los últimos días era el príncipe Min.

Gruñó agitando la cabeza molesto, y a largas zancadas corrió sobre sus cuatro patas entre los altos pinos del espeso bosque, intentando concentrarse en correr lo máximo posible hasta no dar a más. Acababa de salir de palacio después de un dia bastante nublado y frío, y en verdad se moría de ganas de volver a su modesto pero acogedor hogar.

"A mis pies, su alteza." » Kookgiजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें