Dar un sentido.

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— Por favor, si no es molestia, me gustaría hacerlo por mi mismo hoy. — pidió Yoongi suavemente a las estilistas, que se miraron entre ellas dudosas.

— De acuerdo, alteza. Si no se encuentra lo suficientemente cómodo con el traje que hemos traído para usted hoy no dude en llamarnos. Tomaremos mejor las medidas.— dijo la que le tendió el traje mencionado, cubierto por una capa de tela sedosa. Yoongi lo sujetó por la percha de madera con delicadeza y asintió. — Oh, joven Min. Recuerde también llamar a maquillaje una vez acabe. — y con eso dicho, las estilistas abandonaron la habitación grande dejándole a él solo.

Yoongi soltó un suspiro cansado cuando escuchó a las omegas bajar los escalones y se sentó en la cama matrimonial tendiéndo a su lado el traje de telas caras.

Al poco tiempo Yoongi comenzó a desvestirse. Cogió los botones y fue abriéndolos con hastío. Cada vez le veía menos sentido a los pretendientes.

Habían algunos que simplemente no le transmitían nada y siendo sincero consigo mismo los consideraba una pérdida de tiempo. Tampoco es que él de por si fuese una persona muy activa pero antes prefería no estar haciendo nada que pasarse las horas dando vueltas sin destino alguno por el palacio, o los jardines reales.

Simplemente... no le traía nada bueno. Y eso lo notaba las noches que se pasaba en vela, siendo incapaz de dormir por el vacío que se arremolinaba en su interior. Recordando los momentos bonitos de su infancia que aún guardaba, donde su familia estaba más unida que nunca, gracias a su madre. La nostalgia invadiendo su mente y las lágrimas acumulándose. Llorando largas horas en silencio hasta que del cansancio acababa dormido.

En eso se podían resumir sus noches.

Esa mañana no había sido muy diferente, a excepción de que hoy se había cambiado él mismo, sin manos quitando arrugas y alisando partes del traje, que ahora puesto, le hacía ver radiante. Delante del espejo solo había el reflejo de un joven de dieciocho años, un príncipe, un omega que solo buscaba el amor que se le había sido arrebatado en forma de su madre. Porque si, Yoongi había perdido su pozo de felicidad, su fuente de cariño y lo más importante; la mitad de su corazón. Y dolía. Demasiado.

Antes de encontrarse delante de los grandes portones que abrían la muralla del palacio para recibir a la familia del alfa con quién estaría hoy, Yoongi tuvo que lavarse la cara, porque como era de esperar, terminó llorando.

— ¡Oh dios mio, que alfa tan elegante! — Al escuchar la estridente y agudizada voz de su madrastra Yoongi reprimió rodar los ojos. Odiaba que actuase tan dulcemente con los padres de sus pretendientes. La mujer había comenzado a entablar conversación con los progenitores del joven animadamente y Yoongi hasta ahora se había quedado como una estatua a su lado. Al menos hasta que Mishelle le dió un golpe en su costado. Yoongi se enderezó, y aunque le hubiese dolido lo disimuló.— ¿no te parece encantador, mi Yoongi?

Como la señora mencionó, Yoongi miró al alfa delante suyo. Era muy alto, e intimidante. Una imagen presentable, pero no de su gusto. Desde el minuto uno, a Yoongi no le gustó.

— Si, Noona. — contestó igualmente, incómodo porque la mujer no dejaba de meterlo en la conversación tan forzosamente.

— Tenéis un hijo precioso. — esa vez fue la madre, una mujer en su etapa adulta. Sombrero de tela, uñas pintadas de coral, un vestido que se apretaba en su cintura. Su piel blanca se veía delicada y lo que más llamó la atención de Yoongi fue su sonrisa al halagarlo, sincera al parecer de Yoongi. No como la de su madrastra, que era forzada de comisura a comisura.

"A mis pies, su alteza." » KookgiOnde histórias criam vida. Descubra agora