Día 10 - Bosque

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Fictober: día 10

Bosque

Autor: Dayan Walker

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Significante


Nieva en Cloud Recesses.

En la distancia, quizás en las alturas, si asciendes muy alto y contemplas desde arriba, podrás apreciar cómo las nubes congeladas envuelven a Cloud Recesses, encerrándolo en un halo de níveo cristal. Las escaleras que una vez fueron de piedra, ahora se encuentran solidificadas en añil. Para los demás, es como ascender al cielo. Así se percibe. Los fulgores del astro rey hace meses que no se avistan debido a la estación relente.

Es invierno.

Y ese día, se cumple una década de aquel aciago acontecimiento.

Los copos de nieve nacen, brotan del cielo cayendo con la prudencia que le asigna el tiempo; son pequeñas motas de luz que brillan en un fulgor nácar. Otorga la sensación de que el índigo firmamento ha consentido abrirse en dos para emerger lágrimas pálidas que Lan Xichen ya no puede llorar. Hace mucho que el estanque de sus sollozos se evaporó. Ahora no es más que un árido y desolado desierto, así como su corazón.

No hay lágrimas para llorar.

Un copo de nieve cae, decidiendo perecer en la piel de su fría mejilla. Pronto, se vuelve líquido, congregándose en una gota cristalizada que al momento comienza a deslizarse, creando un surco de helada humedad. El final de aquella gota llega, cayendo sobre un pergamino blanco posado sobre sus muslos. Lan Xichen inclina la cabeza, contempla el bosquejo que ha estado delineando hacía pocos segundos antes de que las elucubraciones le invadieran con sutil insistencia, rememorando eventos del pasado.

Los advenimientos del pasado se congelan, como hielo fino cuarteando un lago, en un momento particular, en una sonrisa eterna que le trae sosiego en períodos de tormento. Al instante, hay una pequeña mano posándose sobre su mejilla, deshaciendo el hielo cuarteado, evaporando sus pensamientos lúgubres. Esa pequeña mano termina de secar la humedad restante en la piel de su sombrío semblante. Lan Xichen parpadea, y sus ojos se posan sobre la diminuta figura que acuna sus mejillas con insistencia, buscando calentarlas.

—No llores, papá —murmura aquel niño, sus ojos color ámbar, grandes e inocentes, lo contemplan con atención, como si Lan Xichen fuera lo único en todo el mundo que tiene para vislumbrar.

Lan Xichen lo observa, sonríe con suavidad, suelta la pluma y posa su mano sobre sus cabellos castaños, revolviéndolos con cariño.

—Papá no llora, Xi-Er —responde en el mismo tono suave, y Lan ShaoXi asiente con efusividad, dibujando una sonrisa de medio lado que luego va ampliándose a medida que las efímeras caricias se tornan más duraderas. La mueca infantil exhibe todos sus pequeños dientes.

Aleja poco a poco la mano sobre las hebras color nuez y la vuelve a poner sobre el pergamino, recogiendo la pluma dejada en la superficie de este. Aún son unas simples líneas, pero Lan Xichen cree haber captado la esencia de la mirada, la sonrisa y el arco de eterna diversión que hay en sus cejas castañas.

En el fondo de aquel boceto, hay un bosque espeso. Tras el protagonista de aquel dibujo, se puede apreciar una cabaña; dentro de esa cabaña, sentado sobre un cojín frente a una mesa de madera, hay unas manchas difusas en azul y blanco que se dejan entrever con premeditada deslustres. No se distingue la figura en el fondo, pero tampoco resulta necesario, Lan Xichen sabe quién es la persona que le hace compañía al protagonista de su obra.

Fictober XiYaoWhere stories live. Discover now