Recuerdos de Vietnam

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Recuerdos de Vietnam

Durante una tranquila tarde en la casa de retiro en compañía de Myrtle, Albert –o Pop-Pop como solía llamarlo cariñosamente su familia– se llevó una agradable sorpresa al recibir una visita por parte de su hija, su nieto, y una niña de facciones asiáticas que venía tomada de la mano de este ultimo.

–Lincoln, que bueno que vinieron.

–Abuelo, abuela, quiero presentarles a mi nueva novia: Stella.

–Buenas tardes –se presentó educadamente la chica.

–Mucho gusto –correspondió al saludo Albert–. Oye, tu cara se me hace muy familiar. ¿De dónde eres?

–De Vietnam señor. Mi familia y yo nos acabamos de mudar de allí.

–Ya veo –se rascó la barbilla pensativo–. Bueno, ¿y a que debo el honor de su visita?

–Vinimos a internar a la abuela de Stella –Explicó Rita–. La pobre tiene tuberculosis y necesita de cuidados especiales.

–¿Ah, si?

Justo en ese momento, ingresó una escuálida anciana de ascendencia cien por ciento asiática (a diferencia de la novia de su nieto que apenas presentaba unos rasgos distintivos) siendo empujada en una silla de ruedas por otra mujer, que no más verla hizo que a Albert se le cayera el alma a los pies.

Y es que parecía que en toda la sala, inexplicablemente el había sido el único en notar el increíble parecido que tenía con Rita, su hija, salvo porque sus ojos eran rasgados y su cabello negro, al igual que Stella. Pero por todo lo demás, como su peinado y sus amplias caderas, eran exactamente iguales.

–¿Ella... –preguntó lo evidente señalando a aquella mujer–. Es tu madre?

–Si señor –asintió Stella.

–¿Y ella... –tragó una poca de saliva y señaló a la anciana a la que venía acompañando–. Es tu abuela?

–Si.

–¿Cómo se conocieron? –preguntó Myrtle a la joven pareja.

–Bueno –empezó a contar Stella–, todo empezó un día que yo iba a la escuela en el autobús cuando...

Pero Albert no prestó atención a lo que decía la niña, ya que esta estaba enfocada en comparar con rápidas miradas cautelosas a las madres de ambos niños, cuyo parecido se hacía más notorio cada vez.

–Hola caliño –se giró a saludarlo la anciana.

Cuando vio bien la cara de esta misma, se quedó boquiabierto y supo que, en efecto, ya la había visto antes hacía poco menos de unos cincuenta años...

Flashback.

Rememorando a sus días como combatiente en Vietnam, recordó cierta vez que el y un compañero del pelotón tomaban unas cervezas al aire libre, cuando una de las muchas trabajadoras sexuales de la localidad llegó a querer ofrecerles sus servicios.

–Hola caliño –los saludó haciendo uso de un español muy básico–, ¿tienes novia Vietnam?

–Ahora mismo no –contestó el joven Albert.

–Bien caliño –habló la prostituta vietnamita–. Yo muy caliente, muy caliente. Yo hacel amol contigo mucho. ¿Quieles fiesta?

–Si –asintió entusiasmado el recluta–, gustar fiesta. ¿Cuánto?

–Quince dólal.

–¿Quince dólares los dos? –preguntó refiriéndose también a su amigo.

–No, cada, quince dólal. Hacel amol contigo mucho. Yo muy caliente.

–Quince dólar es muy boku –regateó Albert–. Cinco dólares cada uno.

–Yo chupa, chupa. Hacel amol contigo bueno. Muack, muack, muack, muack...

–Mi mamá solo me deja gastar cinco dólares.

–Ok, diez dólal cada.

–¿Y qué nos haces por diez dólares?

–Todo lo que queláis.

–¿Todo?

–Todo.

–Bueno amigo –se levantó Albert de su silla animándose a entrarle–, ¿quieres gastar este dinero que tanto nos costó ganar? Ya sabes que la mitad de estas putas amarillas son oficiales del Viet Cong. La otra mitad tiene tuberculosis. Asegúrate de follar con las que tosen.

Fin del Flashback.

Siguió mirando perplejo la cara de la vieja vietnamita en silla de ruedas que no dejaba de toser, y esta le devolvió la mirada y le guiñó un ojo.

–Creo que es una hermosa historia –comentó Myrtle en cuanto Stella terminó con su relato.

–¿Verdad que si? –aseguró Stella plantándole un beso en la mejilla a su novio–. Lincoln supo ser persistente.

–¿No son lindos Albert? –preguntó la novia de este.

–Oh, santo dios –gimoteó el veterano, sin tener la más remota idea de como empezar a explicar el horrible embrollo que acababa de armarse.

Y si no te has percatado; es que aquí Lincoln y Stella primos son.

FIN

Divertidos y Bochornosos Cortos de TLHWhere stories live. Discover now