Prólogo

51 5 0
                                    

Sapiosexual, demisexual, pansexual... tan difícil le era enamorarse que incluso hubo una época en que su círculo más cercano e incluso él, pensaron en la asexualidad como la explicación más probable a su indiferencia.

E incluso cuando lo conoció, ésta era aún su creencia. Tan poco se conocía a sí mismo? Supongo que no se le puede culpar. Después de todo nunca antes había sentido ese tipo de cosas por nadie y si alguna vez creíste que Light Yagami te amaba no fue porque él realmente lo sintiera. Seguramente estabas hablando con alguna de sus facetas, esas que siempre inventaba cuando conocía gente nueva. Una cara bonita y amable que sus padres habían ayudado a forjar desde pequeño, enseñándole lo que se debe hacer y qué no, cómo tratar a la gente con respeto, frente a cuáles situaciones reír y cuales llorar.

Pero si lograbas atravesar esa máscara y tocar el interior de su cuerpo, no encontrarías más que trapos viejos y descosidos, viejos y sin ningún ápice de vida por los alrededores.

Porque Light Yagami no existía, porque no era una persona. Era solamente lo que los otros querían ver sobre él, y reflejaban lo que ellos querían ver en aquel cascarón vacío. Y como la buena marioneta que era, Yagami bailaba al son del viento, con la mirada vacía y su estructura frágil y vieja, desprendiéndose de sus bases y creencias. Ya no le quedaban fuerzas, para rehusarse...

No, nunca tuvo fuerzas para rehusarse. Porque lo crearon así, porque lo construyeron así. Sin vida, sin alma, sin deseos ni sueños ni intenciones ni cariño para dar o un lugar para recibirlo.

Él no era nada.

Creció como el reflejo fiel del hijo perfecto y la pareja ideal. Guapo, elegante, amable, muy inteligente y locuaz. Eso era él. Una escultura perfecta creada por algún artista prodigio, de ojos bondadosos y un semblante calmo aún ante las peores adversidades.

Hasta que un día hubo algo que desató cierta chispa de rebeldía. Algo que no había sentido antes.

Encontró un cuaderno negro, muy curioso por dentro y extraño por fuera. Forrado en cuero negro, contaba con un instructivo claro y preciso cuya primera regla dictaba:

"La persona cuyo nombre sea escrito en ésta libreta, morirá."

Una broma de niños, pensó él. Extrañamente bien elaborada, pero al final no era más que un chiste. Y se disponía a volver a su vida de marioneta, pero hubo algo en él que despertaba esa libreta.

Una leve chispa de consciencia. La extraña y desesperante sensación de que quizá, este era el momento de ser un individual, de hacer algo incorrecto, de ir en contra del destino.

Era el momento de hacer de "Light Yagami" un ser con vida, con alma, con sueños.

Era el momento de abrir esa libreta e intentarlo, aunque fuera únicamente por el hecho de ser rebelde un minuto. Aunque fuera una estupidez fuera de lugar.

De todos modos, nadie lo vería. Nadie se daría cuenta nunca de lo que pasaba en esos momentos por su cabeza. E incluso si llegaba a funcionar...

No, no hay que pensar tan lejos. Es imposible que solo el hecho de escribir un nombre mate a alguien.

Aunque quizá... estaría bien que funcionase...

Por intentar, por pensar distinto un momento nadie podía juzgarlo. Nadie, porque nadie podía verlo, porque nadie jamás lo sabría.

Y solo por eso, por las leves ganas de actuar y pensar distinto aunque fuera por una vez, lo hizo. Escribió un nombre en la libreta.

No fue de cualquier persona, claro. No podía tomar el asunto de la muerte tan a la ligera y le preocupaba que, si no se deshacía de esa libreta a tiempo alguien la encontrara y la leyera. Por ejemplo, si la encontraba su madre y encontraba el nombre de su hermana escrito... eso dañaría por completo su imagen personal, porque significaría que quería ver a su hermana muerta y eso no es lo que él quería que pensaran de Light Yagami, el estudiante e hijo perfecto que jamás fallaba a las expectativas.

Por eso escribió el un nombre que sería aceptable socialmente poner ahí. El nombre de una persona que sería moralmente ético matar.

Un criminal.

Su nombre apareció en las noticias locales y ese fue su primer error. El primer mal paso que lo acabaría llevando a la desgracia más bonita que le pudo haber ocurrido jamás.

El hecho de que su primera víctima haya estado tan cerca de él fue lo que él, el detective de grandes ojeras y actitud extravagante usó para encontrarlo.

Ese hombre, tan pálido que casi podías ver a través de él. Con un cabello negro contrastante y una figura delgada, delicada pero fuerte. Con una inocencia impregnada en sus ojos negros, tan grandes que parecían absorberte por completo. Y unos labios tan suaves... tan suaves y gentiles...

Porque eso era él, era arte. Tan inseguro como un niño, tan feroz como un hombre adulto.

Y tan inteligente que parecía poder leerte por completo. Parecía conocerte por completo, cada parte de ti. Podía ver dentro de ti y a través de ti. Podía saber lo que ibas a decir, lo que querías en realidad, lo que necesitabas aunque ni tú mismo lo supieras.

Porque fue nada más que por eso. Porque no hay otro ser más perfecto, que incluso pudo transformar a Light Yagami desde una marioneta social a la mayor expresión de ser humano, en cuya alma no había nada más que felicidad, amor y ambición por un futuro mejor. Un ser con personalidad propia que hubiese sido feliz de haberse abierto, de haber sido honesto con sus deseos.

Aunque no podía, claro, habría sido muy estúpido.

Casi como firmar su propia sentencia.

Firmando mi propia sentenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora