Intimar... ¿Con el enemigo?

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Omnisciente:

- Por eso, quería ver si podrías ayudarnos en el caso Kira –anunció el pelinegro con seguridad, mirándolo fijo. Ya habían transcurrido varios días desde la ceremonia de ingreso y actualmente eran alumnos regulares.

Esto de que Light trabajara en conjunto con los demás investigadores en el caso Kira era un asunto que llevaban conversando hace ya un tiempo. Desde que L lo probó en la cafetería se mostró interesado en que lo ayudase no solo porque su inteligencia era mayor que la de cualquiera de los oficiales de policía que en ese momento lo ayudaban, sino también porque así podría mantener a su principal sospechoso vigilado.

Y esto obviamente que Light lo sabía. Ryuga no se lo había dicho expresamente pero eso solo era porque ambos sabían que sería confirmar lo obvio. Con la intelectualidad de ambos, parecía que se dijeran todo con algunos movimientos y apenas palabras. Tanto en la escuela como cuando salían juntos no les faltaba de que hablar. Persona que se quedara oyéndolos, persona que se alejaba ensimismada, incapaz de comprender el significado de lo que estaban platicando, como si se tratara de un lenguaje distinto proveniente de alguna raza superior.

Se veían tanto que sus compañeros y hasta los familiares de light se extrañaban. Se veían en la universidad, después de ésta y luego seguían por teléfono. En parte la madre de Light estaba feliz de que su hijo finalmente tuviera con quien entenderse y esperaba que, de fracasar, no le golpeara muy duro.

Aunque ya estaba condenada al fracaso desde el principio por el simple hecho de que no importaba lo bien que se pudieran entender, eran enemigos. Y Light lo sabía. Si era tan amigable con él no era más que porque quería ganarse su confianza.

Aunque, siendo honesto consigo mismo, odiaba admitir que le gustaba la sensación de, por primera vez en su vida, ser comprendido...

Alguien con su mismo nivel intelectual que le agradaba. Era su enemigo, sí, pero a veces tenían conversaciones tan interesantes que dejaba de lado su personalidad de Kira para quedarse sólo con la de Light Yagami, el muchacho inocente y perfecto destinado a triunfar.

Y esto a Ryuga le gustaba.

Los sentimientos de Ryuga eran un misterio. Nunca sonreía y menos reía. Nunca se veía triste, nunca se veía enérgico pero tampoco del todo adormilado, y solo tenía dos miradas: La penetrante y la aburrida. Light le había preguntado antes si por casualidad no tenía algún trastorno psiquiátrico, y L respondió que eso era información confidencial.

No le gustaba recordarlo. Le traía pésimos recuerdos de la Wammy's house. Además, incluso si le dijera algo eso no le iba a dar al joven Yagami ningún dato, pues todos habían sido borrados hace varios años. Su lugar de estancia, sus compañeros, sus tutores, los enfermeros... Todos con nuevas identidades, todos con nuevas vidas. Y L ya no sería capaz de ver a nadie que haya formado parte de su infancia nunca más.

Excepto Watari, que era el único que le quedaba. Era como su padre, su mayor confidente, su cuidador. Él lo había recogido y llevado a Wammy's house. Y aunque era su culpa todo lo malo que pasó allí, también era por él todo lo bueno. Por eso lo perdonaba, porque a pesar del dolor que le hizo pasar, le dio también felicidad, cosa que nunca podría haber obtenido de no haberse encontrado con Watari aquella noche.

Light no había descubierto mucho de Ryuga durante ese último tiempo. Sabía que había sido campeón de tenis en Inglaterra, que no tenía familia y que tenía algún tipo de trastorno. Lo demás era lo obvio; que era detective, que era muy listo, muy extravagante...

Quería saber más, esa información no sería suficiente para poder derrotarlo. Por eso el hecho de que le ofreciera trabajar con él le sonaba cuanto menos ventajoso.

Firmando mi propia sentenciaWhere stories live. Discover now