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—¡Spicy!—Ángel se disculpó tomándolo de la mano con gracia y lo sacó de aquella mesa con una sonrisa dibujada en el rostro, una de las que tal vez traían buenas noticias. —El amigo de Jeon—señaló hacia Namjoon quien levantó su copa a modo de brindis cuando Jimin lo miró—ese, ha pagado la Red Room y quiere que seas tú el bailarín de compañía. De hecho tu caballero en armadura de oficina se acerca.

—¡Oh por dios! Yo no estaba listo para esto, y la Red Room...Eso significa que él y yo...

Verbalizaba sus pensamientos sin darse cuenta, su compañero percibió reacciones y expresiones nunca antes vistas en Jimin.

—Por favor. No vayas a decirme que no vas aceptar esta propuesta porque, si te vieras la cara mientras bailabas para el otro cliente hace cinco minutos...Pensé que sufrirías una parálisis de cintura. Te dejo, a solas—canturreó el otro asiático alejándose de vuelta a su trabajo.

Jimin se mordió los labios con timidez sintiendo el aire a su alrededor paralizarse cuando vio acercarse aquella figura vistiendo un traje de un gris más oscuro que su pelo. No hubo una sola cosa en ese hombre que le pareciera imperfecta, desde el gesto al sostener la copa hasta la penetrante mirada decorada por una sonrisa que surtió efecto en un dos por tres, todo fue admirado por el rubio.

Namjoon extendió una copa hacia el más bajo, sintiendo como si cayeran bambalinas alrededor de ellos, excluyendo a los demás para sumergirlos en un pequeño mundo. Dos pares de ojos conectados en un silencio privado a pesar de haber música sonando al fondo. Aquella espera de todo un mes le pareció un segundo, lo tenía delante y no quería echar a perder ese momento. Era psicólogo debía ser bueno con las palabras y mecanismos para romper el hielo, pero con aquel rubio todo era diferente.

—¡Oh! Gracias—finalmente articuló palabra el menor cruzándose de brazos.

—¿Y esa timidez tan repentina? —Sonrió acercándose más admirando su blanquecino y tonificado cuerpo, hombros estrechos y fuertes.

—¿Timidez, yo? Ja ja ja—rió con nerviosismo—¿Por qué habría de sentirme tímido frente a mi cliente?—Namjoon se encogió de hombros con coquetería y Jimin bebió de un solo trago el delicioso Chardonnay que le ofreció el peligris— Puede adelantarse a la Red Room o iré a prepararme.

—¡Espera! Falta algo—se mordió el labio inferior agarrando la cintura del rubio con apuro. Iba rumbo a besar aquellos protuberantes labios rosas cuando la copa fue puesta de por medio.

—Mmm, eso...lo veremos después de la Red Room, repito. Vaya, acomódese y lea las reglas del Cuarto Rojo, estaré con usted en segundos.

Jimin se alejó meneando sus caderas con una seguridad fingida que le duró hasta que entró en su camerino, dejando al mayor agitado y con su virilidad comenzando a bombear sangre. Sentían que iban a enloquecer, la espera fue perpetua y en algún momento se habían acostumbrado a ella, pero ahora que se tenían cerca y ambos rozaban el filo de la continencia, no sabían cómo manejarían sus cuerpos y emociones.

Sensaciones que podían ser cubiertas mientras el otro no estuviera presente.

Desafiar al corazón con el cerebro, es una batalla perdida entre lo que se quiere y las excusas que la mente inventa para no anhelarlo. Las barreras que estos hombres habían levantado en sus vidas comenzaban a ser destrozadas, físicamente se ansiaban.

Su primera experiencia con un hombre, así lo quería definir Namjoon, porque luego de aquellos besos con Jimin, intentó otras veces que sucumbieron al fracaso. Por otro lado, el rubio sólo se aferró a su coraza que creía inquebrantable y no le quedó más que fingir no haberse dejado arrastrar por la ola de sensaciones que los labios de aquel hombre le habían causado.

EnvidiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora